Para muchos, el nombre de la ciudad de Frankfurt del Meno está asociado inevitablemente a este tipo de brühwurst (salchicha escaldada alemana) que se hace allí desde el siglo XIII pero, ¿hay algo más?
Frankfurt se ha convertido en una importante ciudad de negocios (alberga la sede del Banco Central Europeo) salpicada de rascacielos que le ha valido el apodo de “Main-hattan”. Así mismo, esta ciudad tiene un importante circuito de museos y una gran debilidad por lo tradicional. Esta mezcla de lo viejo, lo nuevo y lo artístico, hacen de Frankfurt otro de esos lugares de tópica definición (aunque merecida): es una ciudad de contrastes.
Si ahora mismo ya vas con prisa y el objetivo es saber qué hay que hacer en Frankfurt en un fin de semana, aquí va una pequeña lista con algunas sugerencias:
– Eiserner Steg o Puente de Hierro: famoso por sus vistas sobre el Río Meno y por los candados que dejan los enamorados en él, es un puente peatonal de acero y hormigón que une la zona vieja de la ciudad con El Barrio de Sachsenhausen.
– Plaza Römerberg: allí se pueden ver varias edificaciones tradicionales, así como el edificio medieval Römer que ahora es el ayuntamiento. Hay que reseñar que todo es una reconstrucción ya que casi el 80% de la ciudad quedó arrasada después de la Segunda Guerra Mundial.
– Palmergarten: un enorme jardín botánico del siglo XIX que además de recrear numerosos ecosistemas, sirve de esparcimiento para sus visitantes albergando todo tipo de actividades y conciertos.
– Alte Oper: edificio inaugurado en 1880 y reconstruido por completo entre 1976 y 1981 donde, hoy en día, se celebran conciertos y piezas de teatro.
– Eschenheimer Turm: torre medieval rodeada de edificios modernos que da buena muestra de lo que es la esencia de la ciudad a día de hoy.
– Kleinmarkthalle (Mercado Central): perfecto lugar para ver y probar todo tipo de productos locales. Una parada ideal para recuperar fuerzas entre todo tipo de delicatessen, quesos, salchichas, dulces, flores o café.
– Colegiata de San Bartolomé (Catedral de Frankfurt): es un edificio gótico que tiene la distinción de catedral imperial (Kaiserdom, iglesia mayor imperial). Construida entre los siglos XIV y XV fue reconstruida en 1867 y, de nuevo, en 1950.
– Paseos: andar por cualquiera de las riberas del Meno ya es una experiencia en sí misma. Si por el contrario prefieres un poco de shopping, lo más aconsejable es ir desde la Plaza de Hauptwache a Konstablerwache haciendo una parada casi obligatoria en el centro comercial Zeil (si no es para comprar, para ver su diseño arquitectónico y la escalera mecánica comercial más larga de Europa).
– Museumsufer (Orilla de los Museos): en las dos riberas del Meno, hay hasta 15 museos de gran nivel como el Museo Städel o el Museo de Arte Moderno.
– Barrio Alt-Sachsenhausen: donde están las tabernas más tradicionales de apfelwein (sidra).
– Maintower: en una ciudad de rascacielos, no podría faltar un observatorio. Con sus 56 pisos y 240 metros de altura (torre de transmisión incluida) es el lugar ideal desde el que ubicar todo lo visto en el día.
Bueno, ha sido agotador solo de leerlo. Si tienes más tiempo, tanto ahora como en Frankfurt, hablemos de alguna cosilla menos estresante. Ponte un café y seguimos…
¿Ya?
Si vas más de un fin de semana, ¿por qué sufrir? Vayamos por partes. Para empezar, lo mejor es que te repartas todos esos lugares en el espacio tiempo (incluso puedes añadir el Museo de Historia Natural y una visita a la casa museo de Goethe). Dicho esto y a pesar de “la lista”, lo más llamativo de Frankfurt, es probablemente la intensa vida calma que tiene. Todo fluye. Cada uno a sus cosas, pero todos mezclados. Por eso, una vez has dejado de mirar construcciones de todo tipo y perseguir fotos, lo ideal es sentarse a ver la vida pasar. Patines que van y vienen, gente hablando animadamente en las terrazas con una copa de vino en la mano, abuelos de 70 años en bici que aparentan 50… y los parques.
Qué llenos de vida están los parques (¿Una recomendación? El Günthersburpark). Y es que, en Frankfurt (como en el resto del país), los niños son una parte muy importante de la vida social. No molestan. Siempre están presentes. Y eso, se nota en el ambiente.
Una vez que repares en ese permanente colchón sonoro de risas, querrás “ver más”. ¿Qué mejor lugar que los mercadillos? Tanto el Flohmarkt, como el Bauernmarkt Konstablerwache, el Schillermarkt o el Bornheimer Wochenmarkt (por citar algunos), son foco de todo tipo de sensaciones. Tesoros del pasado que buscan una segunda vida, productos de granja recién salidos de la misma, selección de vinos y quesos a cada cual mejor… Pero sobre todo, mezclas de gentes y edades que conversan animadamente mientras de paso, pasan el rato.
Como hemos dicho que vamos bien de tiempo, ¿qué tal si nos acercamos a la Frankfurt Hauptbahnhof (estación central de tren) para, después de admirarla un poco por dentro, ir a algún pueblo de interés en las afueras? Heidelberg, Rüdesheim and Rhein, Michelstadt… Hay un montón de opciones para perderte entre casas típicas, castillos, viñedos o plazas, mientras te llevas una impresión más amplia de cómo de relajada es la vida por aquí.
Ya de vuelta a Frankfurt, llega “el mejor momento”: volver a pasar (con más tranquilidad) por alguno de los lugares que más te hayan llamado la atención para sencillamente, verlo con otros ojos. Como si fueras de allí. Dejándote llevar por el ambiente que te rodea o al menos, formando parte de él.
¿Qué tal pedir una buena cerveza de medio litro y… sí, claro que sí… una salchicha?
Autor e imágenes: Algo que recordar