He hablado y hablado sobre el lado “cosmo” de Shanghái, así que llegó el momento de ampliar horizontes y contar otra experiencia viajera imposible de olvidar: la excursión que me marqué desde aquella ciudad hasta Hangzhou. Si ponéis rumbo a Shanghái por libre, tenéis que copiar mi plan. ¡Será un honor!
Qué arduo es a veces elegir. Entre Suzhou o Hangzhou, nosotros optamos por la segunda, de lo que en absoluto me arrepiento. La ciudad en sí es inmensa; plagada de oficinas, resulta algo impersonal, así que optamos por pasarla de largo y dirigirnos directamente a la zona del lago, que queda en los alrededores, a una media hora en taxi. Visitarlo, hacer noche allí (imprescindible para ir más holgados) y pasar el día siguiente recorriendo el lago en bici fue una escapada estupenda que sin duda repetiría. Pero vayamos por partes.
En mi mente se agolpan los divertidos recuerdos de aquella excursión desde Shanghái, todos teñidos de mucho verde. En mi memoria hace acto de presencia aquella hilarante primera cena junto al lago, sentados en la terraza de un restaurante popular e informal, rodeados por un batiburrillo de parejas, familias, grupos de amigos y cenas de negocios. A media luz, nuestros esfuerzos por elegir en aquella carta, tan extensa como ininteligible, fueron titánicos. Siendo los únicos turistas occidentales a la vista, nuestra risueña camarera puso todo de su parte para comunicarse con nosotros y acompañarnos en la misión casi imposible de cenar entendiendo qué cenábamos. Finalmente, y tal y como suele suceder en China, el número y las cantidades de los platos que aterrizaron en nuestra mesa superaron con creces tanto nuestro apetito como la capacidad de nuestros estómagos. Eso sí, nos sorprendieron.
Cuando cenar es una aventura…
También recuerdo esos primeros pedaleos matutinos, momento en el que las orillas del lago son un territorio sereno y lleno de magia. Dimos en el clavo al alquilar una bici eléctrica (¡mi primera vez!), nuestra gran compañera durante un día de acá para allá por la larga lista de lugares de interés del lago del Oeste, el más famoso de China y joya de Hangzhou.
El citado lago es Patrimonio de la Humanidad, hecho que viene avalado por la infinidad de templos, pagodas, pabellones y demás edificios históricos, así como jardines, árboles ornamentales e islas artificiales que allí se encuentran. En un momento dado, ni cortos ni perezosos aparcamos nuestras bicis y nos dirigimos a un pequeño embarcadero, donde tomamos una barca que nos transportó hasta la isla Xiaoyingzhou. Así, navegando entre flores de loto, pudimos recrearnos en las vistas y la arquitectura china que salpica las laderas de las montañas.
¿Un último recuerdo? Sin duda, el atardecer en el lago del Oeste. Las vistas y la luz son espectaculares.
Un plus llamado visitar Nanxun
Volar a Shanghái y no visitar alguno de los «pueblos del agua» de los alrededores (los que parecen una pequeña Venecia pero en China) es realmente una pena. De los ocho que hay en China, me atrevería a decir que los dos menos turísticos y mejor conservados son Tongli y Nanxun. Este último, casualidades de la vida, se encuentra en los alrededores de Hangzhou, así que hasta ahí que nos fuimos. Pequeño y tranquilo, le dedicamos media jornada y nos encantó. A pesar de ser accesible en bus desde Shanghái, sin necesidad de pasar por Hangzhou, recomiendo combinar ambas visitas y redondear el contenido del viaje.
En definitiva, el lago del Oeste es un compendio de elementos fantásticos, lo que convierte a Hangzhou en un lugar de leyenda. Que no falte una excursión tan divertida por la que emerges de una urbe futurista y llegas a una zona de lagos increíble, donde puedes perderte por rutas en un entorno verde-que-te-quiero verde brutal.
Imágenes de Jean-Pierre Dalbéra y Diego Cambiaso | Marita Acosta