Hace poco, hice un bonito y largo viaje por el sur de Francia, desde Biarritz en la costa atlántica hasta Niza. Tuve el gran placer de visitar muchos, muchos lugares fantásticos y de vivir un montón de experiencias maravillosas, como presenciar les bleus, ganar ¡la Copa del Mundo en Aviñón! Pero lo cierto es que me he quedado con muchas ganas de poder regresar a esta ciudad mediterránea de poco más de 1 millón de personas ubicada sobre la Baie des Anges (Bahía de los Ángeles), escondida en el extremo este de la Riviera francesa. Déjame explicarte por qué.
Para mí, es una mezcla perfecta: su espectacular balcón junto al mar; la elegancia de su arquitectura y singular estilo de vida, muy influenciada por el estilo italiano del siglo XIX, ya que Italia, al fin y al cabo, está muy cerca y Niza forma parte de Francia sólo desde 1860; su fabulosa gastronomía; sus ciudadanos que son muy amables; la animada vida de sus calles; y la gran variedad de museos fantásticos, especialmente aquellos que se centran en grandes artistas que en algún momento han vivido aquí, todo ello con un toque de vida urbana espectacular. De hecho, hubo un letrero que se convirtió en mi favorito, situado sobre un baño público, y en un plano irónico de filosofía cartesiana decía: «Je pisse, donc je suis» – «Meo, luego existo».
Nos alojamos en un cómodo apartamento en el corazón de la Vieille Ville (casco antiguo), situado en una calle llena de pequeños y encantadores restaurantes y tiendas, y a la vuelta de la esquina de una de sus plazas principales, la animada Place du Marché, donde cenamos y disfrutamos de helados en más de una ocasión. A un par de manzanas al este de nuestro apartamento, en dirección al paseo marítimo, me encantaba pasear y curiosear por los puestos del mercado callejero Cours Saleya (abajo), también muy variopinto y ocasionalmente lleno de gente, donde pude disfrutar de las especialidades niçois locales como la socca, una crepe hecha de harina de garbanzo, la pissaladière, una tarta de cebolla y aceitunas con salsa de anchoa, los beignets de fleurs de courgettes, como buñuelos de flor de calabaza, o los farcis niçois, un surtido de verduras rellenas de migas de pan, el daube de boeuf, un estofado de carne con zanahorias con una base de vino tinto y, por supuesto, la salade niçoise original, que no necesita explicación, bien sûr.
Además de explorar la Vieille Ville tanto de día como de noche cuyos bares son imanes para los jóvenes y turistas, también fue genial pasear por uno de los iconos de la ciudad, el paseo marítimo Promenade des Anglais, bordeando las playas de piedrecitas a las que llaman galets. Mucha gente va a los clubes de playa o restaurantes; otros se encuentran frente a los grandes casinos Belle-Époque; pero mi favorita es la Castel Plage, un lugar relativamente tranquilo en el extremo norte. En el paseo marítimo, a muchos lugareños les gusta pasar el rato, pasear, andar en bicicleta y patinar tanto de día como de noche. Y algo relativamente nuevo, continuando hacia el norte a lo largo de la playa, justo arriba de Castel Plage, en la Promenade du Paillon, está el gran letrero #ILoveNice (arriba), alegremente diseñado con los colores de la bandera francesa. Esta iniciativa fue propuesta como parte del proceso de superación del terrorífico ataque terrorista del Día de la Bastilla 2016. ¡Y seguro que es alegre, optimista y una atracción turística popular!
También a lo largo de la Promenade des Anglais, vi la parada inicial del petit train blanco de la ciudad. Por supuesto es turístico, pero a menudo no hay mejor manera de orientarse en una ciudad nueva que tomar uno de estos tours, así que me subí en él. Lo más destacado –literalmente- fue pasar por el puerto y subir la Colline du Château que se cierne sobre la ciudad, mucho mejor así en ese día caluroso que subir varios cientos de pasos, aunque hay que reconocer que también hay un ascensor. En esta colina boscosa, se puede ver una torre del castillo medieval que queda, una cascada artificial de agua del siglo XVII y, por supuesto, vistas panorámicas sobre gran parte de Niza (abajo).
Saliéndonos un poco del recorrido, y ya que soy aficionado de los pintores del siglo XX como Henri Matisse y especialmente Marc Chagall, me dirigí a los museos dedicados a ellos. El Musée Matisse, ubicado en una gran villa de color burdeos del siglo XVII en el frondoso barrio de Cimiez, a dos kilómetros al norte del centro, exhibe una de las colecciones más grandes del mundo de este fauvista del siglo XX, que vivió y trabajó en Niza desde 1917 hasta 1954. De hecho, sus restos descansan en un cementerio situado al otro lado del camino. A solo 15 minutos a pie, se encuentra el Museo Nacional Marc Chagall que alberga la colección más grande de uno de mis pintores favoritos del siglo XX, con un enfoque especial en sus luminosas obras inspiradas en la religión y la espiritualidad.
Lamentablemente, no tuve más tiempo para visitar los otros museos de arte de Niza, pero sin duda están en la lista para la próxima vez, que espero sea muy pronto. Sólo tres comentarios: el Museo de Bellas Artes, además de muchos artistas del sur de Francia como Jean-Honoré Fragonard, también destacan nombres como Bronzino, Brueghel el Viejo, Monet, Picasso y Rodin; el Museo de Arte Moderno y de Arte Contemporáneo, también conocido como MAMAC, cuenta con artistas como Christo, De St. Phalle, Liechtenstein, Oldenburg, Rauschenberg, Stella y Warhol; y el Musée Masséna, situado en una elegante villa en la Promenade des Anglais, muestra la obra de arte y el mobiliario de la familia de André Masséna, un general napoleónico de origen humilde, junto con exposiciones históricas, especialmente relacionadas con la época napoleónica.
Hablando de esta familia ilustre, que una vez fueron muy importantes, existe una plaza espectacular con su nombre y además está considerada «el centro de Niza”. La Place Masséna, a un par de manzanas del museo, está rodeada de bonitos edificios de los siglos XVIII y XIX, y en el centro está la impresionante y clásica Fontaine du Soleil, que presenta al dios griego Apolo. Como anécdota graciosa comentar que cuando se dio a conocer en 1956, sus partes varoniles ofendieron a las damas locales de tal manera que la estatua fue exiliada a una parte menos prominente de la ciudad durante unos años. La plaza es también el sitio principal del carnaval anual de la Cuaresma de Niza, que tendrá lugar del 16 de febrero al 2 de marzo de 2019. Pero, sinceramente, mi lugar favorito aquí es otro: una fuente mucho más reciente, plana y acribillada con chorros de agua que vuelan intermitentemente, para el deleite de todos los niños (arriba).
También experimenté una actividad genial y altamente aromática. Anteriormente había visitado la ciudad de Grasse, a una media hora al interior, que es la capital mundial del perfume. Quería aprovechar uno de los talleres de “prepara tu perfume personalizado” para hacer un regalo para mi querida amiga Paula, y aunque no pude hacerlo allí, pude arreglarlo aquí, en la tienda local y taller del venerable Molinard de 169 años de antigüedad, donde por 30 euros el personal me guió a través de la creación personalizada de «L’Amour Russe», compuesto por ylang-ylang, mandarina, azahar y madreselva, entre otros. ¡Divertido, fragante y altamente educativo!
Y finalmente, pero no menos importante, hice una excursión de un día fascinante, a solo media hora de la costa hacia Italia, al pequeño, lujoso y único país de Mónaco, del cual escribiré en una próxima publicación.
En resumen, como si no lo pudieras adivinar, Niza es fantástica y te recomiendo mucho una visita a la capital de la Costa Azul.
Más información: NiceTourisme.com.
Imágenes: Rudy Mareel y José Balido | Autor: José Balido