“El fado nació un día
Cuando el mal viento bullía
Y el cielo prolongaba la mar
Sobre la estela de un barco de vela
El pecho de un marinero
Que estando triste cantaba”.
(Alain Oulman / Jose Regio)
Lisboa es una ciudad creativa por muchas cosas, entre ellas la música. En este sentido, la capital está de enhorabuena, pues el céntrico Museo del Fado acaba de cumplir 20 años.
Es allí, en pleno corazón de Lisboa, donde se guardan los secretos de tan sublime género musical: en un lugar íntimo, agradable y moderno. Podría decirse que se trata de una visita ligera; entrar cuesta 5 euros, aunque se ofrecen descuentos para gente joven, turismo senior, etc.
El Museo del Fado abrió sus puertas en el 98, en Largo do Chafariz de Dentro, 1. Su edificio tiene algo especial: en su época hizo las veces de estación de bombeo de agua del recinto de Praia. Una vez dentro, además de las exposiciones tanto permanentes como temporales, el recinto cuenta con un restaurante y una tienda temática que hará las delicias de todos aquellos que quieran llevarse consigo un trocito del espíritu de la «saudade». En el restaurante, abierto de miércoles a domingo, se sirve una deliciosa comida típicamente portuguesa, y es que no podía ser de otra manera.
Quizá algunos piensen que eso del fado no es para ellos. Nada más lejos de la realidad. El Museo del Fado es potencialmente interesante para todos, no solo los amantes de esa música en particular, sino para los que se apasionan con el arte en general, con el sentimiento y con todo aquello que es sinónimo de tradición. Las audioguías, que comparten un buen puñado de fados compuestos y cantados a lo largo de décadas, son un gran apoyo y una mejor compañía, siendo difícil no emocionarse -y perderse en las melodías- durante la visita.
El Fado es un estilo sorprendente, nada aburrido. Para muestra, un botón: uno de los eventos programados en el calendario del Museo del Fado. Se trata del concierto de Marco Rodrigues y Carlos Leitão, dúo que bajo la etiqueta “Fado de Humor” actuará el 5 de abril en el Centro Cultural de Belém (Praça do Império, 1449-003). El estilo que practican, el fado humorístico, es una de las vertientes menos conocidas de esta expresión artística, una capaz de animar al espectador. Muy recomendable. Y habrá muchos conciertos de fado más.
En definitiva, y con sus 20 años cumplidos, la institución es la puerta de entrada a una interesante y cultural colección permanente, así como a citas especiales, véase el ciclo de conciertos “Há Fado no Cais» que tienen lugar en el Centro Cultural de Belén. Basta con revisar el apartado de eventos de su web para comprobar que hay actuaciones, y de calidad, cada mes, se produzca nuestra visita cuando se produzca.
El Museo del Fado sigue acumulando puntos a favor. Esta vez lo hace por sus alrededores, por estar cerca del mirador de Santo Estevao, uno de los secretos mejor guardados de Lisboa. Menos conocido significa menos turístico, y con su ubicación algo escondida en Beco do Carneiro, 3, este mirador ofrece una vista mágica sobre el Río Tajo y sobre las casas lisboetas. Ideal.
El Museo del Fado, en Lisboa, está muy cerca de los barrios donde ir de noche a escuchar fado. También de día, tanto Alfama como Belém son zonas históricas cargadas de pasado, encanto y patrimonio. El primero ocupa el trono de barrio más antiguo de Lisboa, accesible en el pintoresco tranvía 28. En cuanto a Belém, el Monasterio de los Jerónimos es uno de sus ganchos más memorables, así como la Torre de Belém, uno de los lugares más visitados y simbólicos de Portugal. En lo que respecta al fado, la programación del Centro Cultural de Belém es un referente. ¿Y de postre? Los pasteles de Belém son el momento dulce de todo viaje creativo que se precie. Volando a Lisboa con Iberia el sueño está muy cerca, y suena a fado.
Foto: Neil, StockPhotosArt y Eloi_Omella |Marita Acosta