Así llegan productos frescos de todo el mundo a los mercados. Una de las ventajas de la globalización ha sido la ampliación de nuestro universo “foodie”. Si hace unos años era impensable encontrar en las estanterías de las grandes superficies productos de los cinco continentes, ahora es lo más habitual.
Los aviones son “culpables” de una parte importante de esta oferta, especialmente en el universo de los productos frescos, como puede ser el pescado. El 90 por ciento de la carga mundial se transporta en las bodegas de los aviones comerciales, y el pescado no escapa a esta estadística.
Los grandes buques pesqueros, auténticas factorías flotantes, trabajan por todo el mundo. No sólo llevan redes o líneas de pesca y almacenes refrigerados o inundados para mantener la mercancía en buen estado o viva hasta llegar a puerto y su descarga. A bordo pueden proceder al procesamiento, refrigeración o congelación, envasado y almacenamiento, de tal forma que el pescado (o marisco, aunque desde aquí nos referiremos a todo animal marino como pescado para simplificar) podría ir directamente a la mesa para su consumo.
Cuando hablamos, por ejemplo, del marisco de Mauritania o del salmón noruego fresco, la distancia al mercado español hace posible su transporte por camión o tren. Pero cuando hablamos de salmón o merluza pescados en aguas chilenas, merluza de Namibia, langosta de Maine (EE.UU.) o el atún que se exporta a Japón, las cosas cambian, y ahí entra el invento de los hermanos Wright; el avión.
Los grandes aeropuertos y las grandes aerolíneas cuentan con terminales de carga dedicadas exclusivamente a productos perecederos, ya sean flores, frutas, pescado, o incluso medicinas, algunas de las cuales, como por ejemplo las vacunas, deben ser mantenidas en un rango específico de temperaturas.
Es el caso de Iberia. La mayoría de la merluza chilena que a diario consumimos en España es transportada en las bodegas de los aviones que hacen la ruta Santiago de Chile Madrid, en este caso, el Airbus A340-600. La bodega delantera de estas aeronaves lleva ventilación y control de temperatura, mientras que la trasera incorpora ventilación.
En 2018, Iberia transportó cerca de 3,5 millones de kilos de pescado en sus vuelos entre Santiago de Chile y Madrid. Antes de junio de 2018 la aerolínea ofrecía una conexión diaria entre la capital española y la chilena, pero desde esa fecha, sumó tres frecuencias más, ofreciendo 10 vuelos a la semana. Esto supone más capacidad para pasajeros, pero también más capacidad para la carga que vuela en las bodegas.
Así, el pescado, una vez desembarcado y trasladado al aeropuerto y pasado un control que incluye, en el caso de la Unión Europea, comprobar la documentación que indique dónde se ha pescado o recolectado, qué buque (debe estar autorizado para que sus productos sean exportados a la misma) y otros datos, puede ser embarcado en el avión.
Antes de ser llevado al aeropuerto, el pescado será embalado en cajas de poliespan, cartón compacto u otros materiales autorizados de tal forma que cualquier líquido que se genere durante el transporte (agua procedente de hielo usado para conservación o de haber congelado el producto, líquidos propios del animal…) no puedan derramarse y afectar a la estructura de la aeronave.
Cuando el avión con pescado llega a su destino, y una vez pagados los impuestos de importación, solo queda cargar el pescado y llevarlo al punto de venta o la factoría donde se procesará, por ejemplo, para envasarlo, enlatarlo, convertirlo en surimi o las diferentes presentaciones de pescado congelado y/o precocinado que podemos encontrar.
Todo lo referente al transporte de pescado y marisco, congelado, refrigerado o vivo en avión está regulado por la Asociación Internacional del Transporte Aéreo (IATA por sus siglas en inglés). A IATA pertenecen la mayoría de las aerolíneas del mundo que realizan vuelos internacionales. Sus asociadas representan más del 90 por ciento del tráfico aéreo mundial.
El documento “Regulaciones para carga perecedera”, editado por IATA que incluye toda la normativa de la asociación, desde el embalaje a los documentos necesarios, pasando por aspectos como las incompatibilidades entre mercancías que se pueden transportar juntas etcétera dedica un capítulo al traslado de flores por su especial naturaleza frágil, y dos apéndices: uno dedicado a “Capacidades de ventilación, calentamiento y refrigeración de los aviones Airbus y Boeing” y “Requisitos generales de diseño para contenedores térmicos, aislados y refrigerados”, lo que da una idea de la importancia del transporte de alimentos y otros productos perecederos para la industria del transporte aéreo.