Cuando te decides a ir a terapia para abordar la fobia a volar quieres acertar a la primera y elegir una opción que sea realmente eficaz.
La terapia EMDR es, desde mi punto de vista, uno de los mayores avances que ha habido en psicoterapia en los últimos 30 años. Utiliza el procesamiento natural de la información de tu sistema nervioso para digerir aquellas experiencias que te han marcado, ya sean grandes o pequeñas, reduciendo de esta manera la sintomatología que generan en el presente. Esto la convierte en una opción ideal para tratar la aerofobia.
Te cuento algunos de sus puntos fuertes.
Soluciona desde el origen, disminuyendo así el tiempo de la terapia
Al ir al origen del problema, reduce bastante los tiempos en terapia ya que, al contrario que otras intervenciones menos actualizadas, no pretende exponer a la persona al objeto temido una y otra vez, sino que pretende digerir aquellas experiencias que originaron el miedo en su inicio para construir desde una base segura.
Para el cerebro es mucho más eficaz trabajar sobre una experiencia traumática e ir disolviendo la huella que está ha dejado en el sistema nervioso que tener que repetir 100 veces una experiencia intentando que el resultado sea positivo para que compita con “aquel evento” que te marcó tanto.
Evita re-traumatizaciones
Al contrario de lo que se piensa, la mera exposición a nuestros temores no siempre es la solución, ni desde luego lo más seguro.
Si, por ejemplo, cuando éramos pequeños nos mordió un perro y vamos a un parque con el objetivo de exponernos a los perros porque creemos que es lo ideal para dejar de tenerles miedo puede que el impacto de volver a entrar en contacto de nuevo sea tan activador que, en lugar de aprender “es seguro acercarse a un perro”, lo que acabes consiguiendo sea tener una fobia mayor a la que tenías. Esto se debe al efecto del trauma y lo mismo ocurre en el caso de la fobia a volar y la exposición a los aviones.
Por supuesto que es útil exponerse poco a poco a aquello que tememos pero siempre después de haber elaborado las memorias traumáticas que hayan influido en nuestro aprendizaje con esa experiencia en concreto. De lo contrario, el remedio será peor que la enfermedad. Cuando trabajamos con EMDR esto es algo que tenemos muy en cuenta y de esta manera evitamos posibles re-traumatizaciones y nos aseguramos la mejoría del paciente.
Mejora la autorregulación
Mejorar la habilidad de calmarlos es algo importante en cualquier proceso terapéutico, más aún cuando nuestro conflicto se trata de subir a un avión. Con EMDR podemos usar los recursos naturales del paciente y potenciarlos de cara a utilizarlos en situaciones de tensión a la hora de volar.
La inmersión que logramos con EMDR al crear en sesión situaciones que son difíciles para el paciente (el despegue) es mayor a la que se consigue con otras estrategias más convencionales. Esto favorece la puesta en práctica y la utilidad de estas herramientas cuando llegue la hora de embarcar y necesites esa seguridad extra.
Trabaja con el cuerpo
Cuando tenemos miedo a volar, no solo se manifiesta a través de pensamientos catastróficos y emociones desbordantes, nuestro cuerpo también se ve afectado. Trabajar con una terapia que también tiene en cuenta cómo se manifiesta la ansiedad en el cuerpo es una garantía de un abordaje integral del problema.
Cuando tenemos mucho miedo nuestro cuerpo se encoge y se tensa, trabajar estrategias de regulación emocional que vayan dirigidas a sentir la seguridad en el cuerpo y a colocarla en un lugar en específico, lo convierten en un aliado a la hora de subirnos a un avión y nos da una mayor autonomía para sentirnos más seguros.
Espero que esto te ayude a dar el paso para decidirte por este tipo de terapia, después de haber trabajado desde muchos modelos, esta es sin duda mi mayor recomendación para ti.
David Lanzas
Psicólogo sanitario especializado en ansiedad y trauma
Fundador de Instituto Lanzas | @Psicolanzas