Palma de Mallorca no es solo la capital balear: es un resumen perfecto del Mediterráneo. Tiene historia en cada piedra, arte que dialoga con la luz, una gastronomía que atrapa y ese ritmo pausado, pero vibrante, tan propio de las ciudades con mar. Si solo tienes dos días para conocerla, no te preocupes: 48 horas dan para mucho si sabes a dónde ir. Aquí te contamos qué ver, hacer y saborear en un recorrido que mezcla cultura, paisaje y estilo de vida mallorquín.
Día 1: historia entre callejones, catedral y mar
- Comienza en el corazón de Palma: la Seu.
El símbolo indiscutible de la ciudad es su catedral gótica, La Seu, que se alza majestuosa frente al mar. No es solo una postal: es una experiencia. Desde su impresionante rosetón (uno de los más grandes del mundo) hasta los toques modernistas de Gaudí en su interior, la visita es obligatoria. Si puedes, entra también a la terraza para tener una vista única de la ciudad y la bahía.
- Paseo por el casco antiguo: callejones con alma.
Tras la catedral, piérdete (literalmente) por el casco antiguo de Palma. Calles estrechas y serpenteantes, patios escondidos, fachadas señoriales… Aquí conviven siglos de historia: desde la herencia árabe hasta el esplendor medieval. No dejes de pasar por la Plaça de Cort con su olivo milenario, el Ayuntamiento, y continúa hacia la elegante Calle de Sant Miquel, ideal para ir curioseando tiendas locales.
- Almuerzo con sabor mallorquín.
Para comer, puedes optar por algo auténticamente local como Ca’n Joan de S’Aigo, famoso por sus helados artesanales y sus ensaimadas, o sentarte en una terraza de la Plaça de Santa Eulàlia y pedir un clásico pa amb oli. Si buscas algo más elaborado, Marc Fosh, restaurante con estrella Michelin, ofrece cocina mediterránea creativa en un entorno moderno y tranquilo.
- Por la tarde: arte contemporáneo y jardines secretos.
La Fundación Miró Mallorca es una visita inspiradora, ubicada en el taller donde el artista trabajó sus últimos años. También puedes visitar el Museo Es Baluard, con una excelente colección de arte contemporáneo y una terraza con vistas espectaculares sobre el puerto y la catedral.
Después, baja el ritmo con un paseo por los Jardines de S’Hort del Rei o el Parc de la Mar, perfecto para ver cómo se va apagando el día.
- Cena con vistas o ambiente bohemio.
Para cenar, Palma ofrece opciones para todos los gustos: desde restaurantes con estrella Michelin frente al mar hasta locales más relajados en el barrio de Santa Catalina, ideal para tapear entre un ambiente moderno y local. Si quieres una cena sofisticada con vistas, Forn de Sant Joan ofrece cocina mediterránea contemporánea en un edificio histórico renovado. Si prefieres un ambiente más desenfadado, ve a Santa Catalina, el barrio gastronómico de moda, y prueba las tapas de Vandal, donde la creatividad se mezcla con sabores internacionales.
Día 2: mercados, castillos y Mediterráneo puro
- Desayuno y visita al mercado.
Empieza el día en el Mercado de l’Olivar, el más emblemático de Palma. Es un lugar vibrante y lleno de color, ideal para probar frutas frescas, quesos, embutidos o tomar un café rodeado de vida local. Aquí puedes ver cómo laten las ciudades desde dentro.
- Subida al Castillo de Bellver.
Después, dirígete al Castell de Bellver, una fortaleza circular única en Europa, rodeada de pinares y con vistas panorámicas sobre toda Palma. Se puede subir caminando o en taxi. Su interior alberga un museo, pero lo más impactante es el entorno: desde aquí se entiende la dimensión marítima de la ciudad.
- Paseo marítimo y relax frente al mar.
De regreso al centro, aprovecha para recorrer el paseo marítimo, uno de los más bonitos del Mediterráneo. Palma vive de cara al mar, y este recorrido lo confirma: yates, barcos pesqueros, palmeras, esculturas al aire libre… Un escenario ideal para una pausa antes de comer.
- Almuerzo frente al mar.
Busca un restaurante en el Portitxol, un antiguo barrio de pescadores convertido en zona trendy, con aire bohemio y terrazas junto al mar. Aquí puedes probar arroces, pescado fresco o incluso cocina fusión. En Portitxol, reserva en Assaona Gastrobeach Club, con cocina mediterránea moderna y ambiente relajado. O si prefieres algo más informal pero igual de sabroso, Restaurante Ola del Mar, especializado en pescado fresco y marisco local, es un acierto.
- Última tarde: compras, museos o una última copa.
Si aún tienes tiempo, puedes dedicar la tarde a visitar el Palau March, con esculturas de Rodin y Dalí, o entrar a alguna de las muchas galerías del centro. Si prefieres compras, la Avenida Jaume III y las calles cercanas reúnen boutiques, artesanía y marcas de diseño.
- Despedida con estilo mediterráneo.
Termina tu escapada en una terraza con vistas al mar o con una copa en alguno de los bares con encanto del centro histórico. Palma no necesita grandes gestos para enamorar. Basta una esquina iluminada al atardecer, el sonido de una guitarra en la calle, o el perfume a sal y azahar para entender por qué es un destino que muchos repiten.
Imagen | FilippoBacci