Como, después de la reflexión sobre quién se atrevería a hacer algo para superar su miedo a volar, estamos seguros de que hay alguien que lo va a intentar, nos dirigimos ahora a esa nueva persona en la que se está convirtiendo y que va a ayudarle a conseguir su objetivo:
- Pensemos en términos de conductas concretas, no en términos de aspectos globales que no sabemos por dónde coger.
- Pensemos en soluciones, no en problemas.
- Pensemos en pasos pequeños y en ir paso a paso.
- Pensemos con flexibilidad, no nos obsesionemos con nuestra visión de las cosas ni nos permitamos caer en la desesperación.
- Pensemos en positivo.
- Y pensemos en el futuro.
Además, hay dos ideas básicas que nos podrían venir muy bien. La primera es que, en lugar de evitar las cosas que tememos, nos aproximemos a ellas, pues de esa forma comprobaremos que no son tan feas como las pintábamos y el miedo acabará yéndose solo.
Y la segunda es que sustituyamos la creencia de que para vivir es necesario tener una seguridad y un control absolutos, por el placer de descubrir qué ocurre finalmente, sabiendo que, sea lo que sea, siempre podremos reaccionar.
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