Vivió muchos años, demasiados, volcada en su industria y ahora se afana en volcarse con el turismo. Gijón, la gran ciudad costera de Asturias, lleva un tiempo reinventándose. No encontrará una metamorfosis radical como la que el Museo Guggenheim proyectó sobre Bilbao, sino pequeños detalles armónicos que hacen que la ciudad sea más apacible. Podemos empezar la jornada con un desayuno en el Café Dindurra, que nos habla de otras épocas a través de su decoración art decó. Luego habrá que darse una vuelta por la Plaza Mayor, con su Ayuntamiento y sus fachadas limpias y armónicas, y el Parque de Isabel la Católica. En calles como Libertad o Cabrales han abierto en los últimos tiempos tiendas originales, de ropa vintage o de corte nórdico, como Sequel, LaTwin o La Merced 3. Hay quien dice que está surgiendo una especie de SoHo gijonés. Shopping aparte, merecen una visita el Palacio de Revillagigedo, la iglesia de San Pedro y los restos de las termas romanas, donde los antiguos latinos se metían en remojo. Hoy en día, gijoneses y turistas siguen teniendo como hobby eso de bañarse. ¿Cómo iba a ser de otra forma con esta línea costera y su Cantábrico bravío?
La de San Lorenzo es la playa urbana y la más conocida. El mar siempre da paz interior, así que es perfecta para pasear por ella incluso en invierno. También hay otros arenales, como el de Poniente (donde se celebran los conciertos de la semana grande en agosto o el récord de escanciado de sidra simultáneo) o La Cagonera, Serín y Estaño (más alejadas del centro y mucho más salvajes). Si no se atreve a nadar por el frío, un buen plan es ir a Talasoponiente, un centro de talasoterapia, ocio y deporte con piscinas exteriores climatizadas de agua salada que recupera la tradición balnearia de Gijón. Usted calentito al aire libre y con la vista puesta sobre el Cantábrico. Aquí casi todo tiene relación con el mar, como el flamante y nuevo acuario, el de mayor biodiversidad de España, con 12 ecosistemas acuáticos desde ríos hasta océanos y más de 500 especies, entre ellas tiburones de colmillos temerarios.
El Barrio de Cimadevilla, el de los pescadores, es un bonito pueblo dentro de la ciudad. Los característicos colores de las fachadas nos acompañan de bar en bar mientras escanciamos culines de sidra y pedimos pulpo con patatines, oricios, parrochinas, bacalao, pixín, sardinas o cachopos, esos enormes filetes de ternera empanados. Tres templos gastronómicos sin pretensiones: El Planeta, El Lavaderu y El Palacio. Hablando de palacios, en uno del siglo XV se ubica el Museo Jovellanos, donde se pueden ver las estancias y los objetos de la casa de este escritor, jurista y político ilustrado que es orgullo de Gijón. Como también lo es la Universidad Laboral, de extraordinaria arquitectura, que ha pasado de ser un centro donde se formaban fresadores e industriales a un gran espacio dedicado a la cultura tecnológica, la investigación artística y la difusión de las industrias creativas (ojo, no está céntrico: hay que tomar los buses 1, 2, 4 o 18). Nos queda el Cerro de Santa Catalina y el enorme Elogio del Horizonte, obra de Chillida. Las noches son divertidísimas y muy modernas. Gijón es una ciudad melómana (no olvide que aquí surgió el Xixon Sound en los 90). Bailará como si estuviera en un garito underground de Londres.
Datos útiles:
- Gijón tiene 280.000 habitantes.
- Su clima es oceánico fresco, con abundantes precipitaciones desde el otoño hasta los primeros días de la primavera.
- Iberia ofrece hasta 7 vuelos a Asturias directos desde Madrid cada día. El Grupo Iberia ofrece también vuelos directos desde los aeropuertos de Valencia y Sevilla. Los mejores precios, en Iberia.com.
Foto | juanjominor