En ocasiones, sin percatarse uno pone a prueba a sus amigos. Llamaremos al test “pase de fotos de mi último viaje” o, lo que es lo mismo, una auténtica demostración de paciencia. El proceso consiste en sentarlos frente a una copa de un prometedor vino chileno, algo que picar, una reluciente pantalla de ordenador en la que estén a punto de sucederse una tras otra la ingente cantidad de fotos a visionar y, por último, que el experimento sea dirigido por el recién viajado, que seguro mostrará un absoluto entusiasmo por todo lo vivido.
En ocasiones, para sorpresa de uno, se acaba la sesión y los amigos no solo han aguantado el tipo dignamente y sin haber caído en los brazos de Morfeo, sino que constatan el éxito del experimento comentando (sinceramente) en voz alta: yo eso quiero hacerlo. Yo quiero vivir Chile.
Sí, señoras y señores. Bromas aparte, y como reciente instigadora de una de esas veladas de fotos e historias que podría ser interminable, he de decir que con Chile, sabía que jugaba sobre seguro. Y es que por este país largo y angosto pongo la mano en el fuego, pues pocas veces he vuelto tan impresionada por un destino y pocas veces he tenido tan claro que regresaré una y mil veces. Porque Chile, tierra que roba descaradamente el corazón, no se acaba en un viaje. Permitidme que os diga, además, que se trata de un amor de fácil contagio: basta con una breve exposición a las fotos de un viaje a Chile para querer vivir esas situaciones lo antes posible. Momentos en los que las instantáneas parecen cobrar vida y es uno el que está caminando con vigor por el Parque Nacional Conguillío, entre bosques poblados de exóticas araucarias, árboles que con sus hojas puntiagudas recuerdan que la vida en La Araucanía es intensa y apasionante… O descansando en la terraza de un restaurante de Entre Lagos, cuando recién se ha degustado un humeante salmón, excelente recomendación de la amable cocinera, y el sol calienta el rostro. Entre flores y colores que harían a los impresionistas removerse en sus tumbas, uno mira alrededor y contempla el luminoso día, donde todo son vistas privilegiadas al hermoso lago Puyehue. “Esto es el paraíso”, se piensa.
Chile, días de aventura y adrenalina a tope
Y ya que hablamos de Sur Chico (zona centro-sur del país) y de la alta concentración en lagos, volcanes y demás maravillas de la naturaleza que caracteriza a sus regiones, digamos que estamos en el lugar y momento adecuados para ponernos las pilas. De todo lo que se puede hacer en Chile (y sería más rápido y sencillo relatar lo que no se puede hacer), toca ceder la palabra a un motivo viajero apasionante, que no es otro que el turismo de aventura.
Obvio. Nadie quiere irse de Chile sin acercarse al sur de Patagonia. Todos quieren a su vuelta poder relatar el acontecimiento que supone practicar excursionismo con mayúsculas en el considerado por muchos el mejor parque nacional de América del Sur (sí, lo habéis adivinado, me refiero a Torres del Paine). Llegar hasta Puerto Natales, recomendable puerta de entrada para visitar el parque, ya es en si el prólogo a una gran aventura. Y completar los cuatro o cinco días del circuito W, cuyo itinerario se asemeja en forma a esa letra de valles y cimas, es una auténtica pasada. ¿Y qué opináis de sentir como el corazón se acelera al caminar por el hielo de imponentes glaciares como el Grey, al tiempo que uno esboza una sonrisa de oreja a oreja al pensar que, en ese preciso momento, estaría sentado en la oficina contestando a monótonos correos de trabajo?
Chile, con su vasto territorio, os ofrece destinos de aventura menos explorados y más alternativos. Desde Santiago de Chile a Puerto Montt, capital de la región de Los Lagos, hay menos de dos horas en avión, que para el que quiere vivir la acción en primera persona no son nada. A 15 minutos en coche aguarda impaciente Puerto Varas, bañada por el lago Llanquihue y perfectamente preparada para el turismo. Sus agradables calles de casas bajas han sabido mantener su encanto alejado de las masas y hacen las delicias de cualquier intrépido viajero, muévase solo o acompañado. Puerto Varas constituye una excelente base de operaciones donde uno puede y debe apuntarse a infinidad de actividades deportivas para todos los niveles. Por otro lado, a los alrededores de esta localidad, con maravillas naturales como el volcán Osorno a la cabeza, no les falta de nada para lograr que nuestra adrenalina encuentre planes con los que dispararse como la espuma.
En el albergue de Puerto Varas fue donde otros viajeros, con su entusiasmo, me convencieron para tomar uno de los buses que la conectan con el cercano valle de Cochamó. ¿La promesa? Vivir una excursión desafiante y poco conocida, que me llevaría por estrechos y empinados caminos hasta un singular paisaje granítico que es punto de encuentro de escaladores experimentados. La caminata hasta La Junta vale mucho la pena -baño en sus cristalinas cascadas incluido-, aunque otra excelente opción para una iniciación a la escalada es ponerse en manos de los mejores y más simpáticos profesionales del Parque Nacional Puyehue o en su vecino, el Parque Nacional Vicente Pérez Rosales. Tengáis experiencia o no, en sus centros de visitantes podréis apuntaros a cualquier actividad de mar y montaña que os plazca probar, desde ascensos a los 2240m. del volcán Puyehue a caminatas a los pies del volcán Osorno, entre lagos y paisajes lunares.
Para ser justa con Chile, también tendría que hablar de Pucón, en la región de La Araucanía, otro lugar ideal donde dar rienda suelta a la práctica de algún deporte extremo. Es allí, a las afueras, donde tenéis que probar o reincidir en el rafting por sus ríos, cuyos rápidos son difíciles de olvidar. Y aunque frente a Pucón y al otro lado del lago Villarrica el kayak es excepcional, otro buen lugar de Chile para experimentarlo es una isla que considero mágica e imprescindible, además de un destino en si misma. Me refiero a Chiloé, separada de Sur Chico por un breve trayecto en ferry… ¡con un poco de suerte, podréis navegar entre entrañables familias de leones marinos!
Chile y las mejores noches estrelladas del mundo
Como en Chile, en ningún sitio. Dirigid vuestra mirada al cielo porque la visita a observatorios astronómicos es una de esas actividades diferentes e inolvidables que ofrece el país. Dejaos atraer por el norte del país y deslumbraos con la pureza del semidesierto estrellado, cuyos cielos reúnen unas condiciones de visibilidad únicas en el mundo. En el valle del Elqui podréis aprovechar para alquilar una bici e iros de ruta de piscos de día. Y de noche, os recomendamos apuntaros a una excursión que os acercará a observatorios como el Mamalluca o El Pangue y os permitirá contemplar de cerca maravillas galácticas como Saturno o la constelación Escorpio. Tanto si os apasiona el tema como si no, lo disfrutaréis. Y para experiencias únicas y exclusivas, ¿qué tal alojarse en un hotel astronómico, de habitaciones que son domos con techos que son una ventana al cosmos?
Otro punto estratégico para observar las estrellas es la región de Antofagasta, ya puro desierto. De San Pedro de Atacama, pueblo auténtico de calles desnudas y casas encaladas que provoca humo en las cámaras de fotos, salen cada noche circuitos para contemplar galaxias y nebulosas.
Esta claro. Día y noche, la acción y la emoción en Chile nunca se acaban. Un destino seguro y de gentes amables que, generosas, disfrutan al compartir sus historias con el viajero que quiere escucharlas.