Existen pocas ciudades en España, y me atrevería a decir que en Europa, que hayan sufrido una transformación tan profunda a lo largo de las últimas tres décadas como Sevilla. La capital de Andalucía ha sabido sostener su inmenso legado histórico a la hora de subirse a la locomotora del progreso y erigirse como modelo en no pocos ámbitos, combinando tradición y modernidad en su justa medida. Y todo esto, en un lugar donde las costumbres y las marcadas raíces tienen un peso más que notable en el devenir diario, adquiere todavía mucho más valor si cabe. Todo aquel que regrese a la capital hispalense después de no haberlo hecho en varios años quedará sorprendido por el modo en el que ha cambiado la fisonomía de su núcleo urbano y la movilidad a lo largo de la ciudad: hablamos de la Sevilla del siglo XXI.
Cualquier referencia a la renovación actual de Sevilla tiene su punto de partida obligado en la Exposición Universal del año 1992, un acontecimiento que cambió la ciudad de arriba abajo y que le permitió rememorar aquellos años en los que llegó a ser la capital del mundo. El contundente éxito del evento no sólo se tradujo en cuestión de convocatoria, sino en una metaforfosis urbana que no se conocía desde principios del siglo XX: fue un trayecto Madrid-Sevilla el que inauguró la Alta Velocidad Española (AVE) en materia ferroviaria, sentando las bases para su posterior desarrollo por el resto del país y motivando la creación de una nueva estación de tren, la de Santa Justa; también se edificó una nueva estación de autobuses, Plaza de Armas, y se amplió el aeropuerto de San Pablo; se construyeron carreteras circunvalares que mejoraron el tránsito y los accesos a la ciudad; nuevos teatros y foros culturales.
Pero, sobre todo, el río Guadalquivir fue redescubierto para convertirse en un protagonista de excepción: el derribo del muro de la larguísima calle Torneo y nuevos puentes como el de la Barqueta y del Alamillo (abajo), éste último diseñado por Santiago Calatrava, le permitieron a la arteria fluvial de Sevilla disfrutar de una renovada y merecida juventud. Muchos de los pabellones de la Expo ’92 han sido rebautizados con otros usos y esto ha permitido que la Isla de la Cartuja, recinto que albergó el evento, sea la segunda zona de Sevilla que más tránsito soporta diariamente, sólo superada por el centro histórico.
Amén de las referidas infraestructuras creadas para la ocasión, otras nuevas alternativas de movilidad han llegado en los últimos años a Sevilla para quedarse. Casi en tiempo récord, los ciudadanos comenzaron a disfrutar de tranvía, de metro y de una impresionante red de carriles-bici que se ha convertido en la envidia de medio continente. El Metrocentro comenzó a funcionar en el año 2007 como fruto de la peatonalización de la Avenida de la Constitución, que discurre desde el ayuntamiento hasta la Puerta de Jerez pasando por la Catedral, el Archivo de Indias, los Reales Alcázares y un sinfín de edificios históricos hispalenses. De esta manera, se consiguió alcanzar un espectacular contraste entre los vagones del tranvía y el mayor templo gótico construido, resultando una postal de gran belleza en la que tradición y modernidad se dan la mano (imagen principal). Al igual que ha ocurrido con la Avenida de la Constitución, otras importantes calles de Sevilla han sido peatonalizadas para el disfrute de vecinos y visitantes, como un tramo de la popular San Jacinto, justo cruzando el puente hacia Triana, o la calle Asunción, travesía comercial del barrio de Los Remedios.
El Metro, sempiterno sueño sevillano, fue inaugurado en el año 2009 para erigirse en la séptima red de suburbano existente en España. Actualmente sólo se encuentra en funcionamiento la Línea 1, que cruza transversalmente la ciudad y une algunas localidades metropolitanas, aunque hay otras tres en proyecto que permitirán completar una extensa red y vincular buena parte de la capital.
Pero si hay una opción de transporte que ha sobresalido en Sevilla en los últimos años, ésa es, sin lugar a dudas, su gran trazado de vías para ciclistas: lo que comenzó (y sigue) siendo un proyecto muy criticado por determinados sectores acabó convirtiéndose en una excelente alternativa gracias a un tejido en expansión de casi 200 kilómetros, a la llanura del recorrido y al excelente clima que reina en la ciudad durante todo el año. A su auge y desarrollo ayudó el servicio de alquiler municipal de bicicletas, Sevici, que pone a disposición de los usuarios más de 2.500 unidades para que cada día más de 70.000 personas hagan uso de estas infraestructuras. Todas estas cualidades han permitido que la capital andaluza sea reconocida año tras año como una de las mejores ciudades europeas para pedalear.
El renacer de Sevilla se está completando con grandilocuentes edificios que ya han comenzado a instituirse como símbolos de esta nueva etapa. El Metropol Parasol (arriba), conocido por su forma como las setas de la Plaza de la Encarnación y ubicado en pleno casco antiguo, es el monumento que muestra a la perfección la necesaria simbiosis entre tradición y vanguardia. Este gran proyecto, obra del alemán Jürgen Mayer, nació para convertirse en marzo de 2011 en la estructura de madera más grande del mundo.
Está inspirado en las bóvedas de la catedral de la ciudad, y sus dimensiones hablan por sí solas: 150×70 metros enmarcados sobre una altura de 26 metros y sustentados por dos columnas de hormigón a través de las que discurren los ascensores de acceso al mirador que alberga en lo alto. Las vistas que se pueden vislumbrar mientras paseas por su pasarela superior son realmente extraordinarias. Es aquí donde mejor se puede ejemplificar la mezcla de culturas y etapas históricas que define a la ciudad: durante sus obras de edificación fue descubierto el yacimiento más importante de la etapa romana en Sevilla, con restos arqueológicos de entre los siglos I y VI. Actualmente se ha convertido en el museo Antiquarium y se puede visitar en el sótano del Metropol Parasol.
Sus 180 metros de altura han permitido a la Torre Sevilla (arriba) erigirse como el primer rascacielos de la ciudad, desafiando esa ley nunca escrita que afirmaba que el techo de la capital lo marcaba el monumento de la Giralda, junto a la catedral. Su construcción no ha estado exenta de debates ciudadanos debido al impacto que podría suponer sobre el conjunto visual del casco histórico, declarado Patrimonio de la Humanidad, pero las obras nunca llegaron a paralizarse y se prevé que la estructura quede finalizada en 2015, ocho años después de su inicio.
Este rascacielos de 43 plantas diseñado por el célebre arquitecto argentino César Pelli es todo un ejemplo de edificación sostenible; tanto, que cuenta con la certificación LEED Platino, el mayor reconocimiento que puede recibir una estructura en materia de sostenibilidad: dispondrá de un sistema de reutilización de aguas, de módulos fotovoltaicos que abastecerán de energía solar al edificio y, sobre todo, de una cubierta ajardinada que, además de aislante térmico natural, servirá para deleitarse con fantásticas vistas de Sevilla desde una altura hasta ahora inusitada en la ciudad. Una ciudad que ha sabido entrar en el siglo XXI por la puerta grande.
Imágenes | Enrique Freire; tangencial; Landahlauts; danilobiancalana; Gzzz.
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