Barcelona es un poco mía, por eso me permito la licencia de contarla en primera persona, disfrutándola a solas. De entre todos los placeres creativos que ofrece, que son muchos y tan abundantes como las carnes de “Las tres Gracias” de Rubens, uno de los que más feliz me hace es la gastronomía, ese nombre femenino definido como “afición a comer bien, apreciando y disfrutando la buena comida y los buenos restaurantes”. Me refiero a la Barcelona sabrosa, cuyo aroma y gusto inunda los bares bonitos y los restaurantes especiales de la ciudad condal y que abandera una cocina de lo más satisfactoria, una que engarza barrios y sabores dándole sentido a la cultura, el arte y los estómagos contentos. Me explico.
Pongamos por ejemplo Casa Paloma. A los mandos Jordi Gotor, su chef. Con 34 años, experiencia y pedigrí no le faltan: estudió en la Escuela Joviat y ha trabajado, entre otros, en Martín Berasategui (San Sebastián). Para mí, Casa Paloma es uno de los mejores restaurantes de Barcelona para citarse con un atractivo “steak tartar”; y si además lo acompaño con un vino 12 Lunas, la noche es perfecta, redonda y aterciopelada. Nunca me pierdo los sofás del sótano, entre cócteles bien elaborados y gente guapa. Amplia, bien decorada y mejor servida: así es esta “brasserie” de Barcelona, que abre sus puertas en Casanova, 209, en pleno distrito de Sarriá-Sant Gervasi. No hay metro cercano, pero sí buses o taxi y, ¿acaso no radica ahí en parte el encanto de este selecto barrio (el primero en renta per cápita de la ciudad), de ambiente tranquilo a la vez que contemporáneo? Vale la pena darse una vuelta por sus calles, dejarse sorprender por la creatividad de sus rincones, de sus tiendas artesanales, de sus divertidos locales de vermú (como El Canalla)…
Cambio de barrio.
Me encanta perderme en el Raval -casi tanto como me gusta zampar-, para después encontrarme de nuevo en el Suculent (Rambla del Raval, 43), una casa donde se come en mayúsculas. De tamaño medio y gran carta, esta antigua bodega le da el toque rústico a un barrio alternativo en el que, como turista creativa, soy feliz cual perdiz.
Mi siguiente parada es el Trópico. Así se llama el vecino molón del Carrer del Marquès de Barberà 24, un restaurante célebre por su “brunch” pero que en realidad ha sido en más de una ocasión mi refugio “vintage” hasta bien entrada la noche.
La fama de El Raval le precede. El barrio arropa espacios artísticos de primera, entre los que voy a destacar 4, siendo el primero el Museu d´Art Contemporani de Barcelona, situado a 10 minutos a pie del restaurante Suculent y que es una de mis debilidades. El MACBA viste una piel impresionante, en la que se observa la mano mágica de un arquitecto tan sublime como Richard Meier. Además, es un museo diferente que ha decidido que los martes, cierra.
El segundo es el Palau Güell. ¿Qué puedo decir de ti, icono modernista, si las palabras no alcanzan? Entiendo que en su día fuera el edificio más lujoso y original de Barcelona, cuyos secretos de palacio recomiendo desvelar con ayuda de una visita guiada. En Carrer Nou de la Rambla, 3.
El Mirador de Colom, con su inmejorable vista panorámica de Barcelona, me enamora. Además, desde noviembre del año pasado alberga en su interior un espacio de difusión, promoción y venta de servicios turísticos relacionados con la cultura del vino y el cava de las comarcas de Barcelona. Vamos, que los amantes de la gastronomía estamos de suerte.
He dejado para el final el bocado más dulce, una exquisitez: el Gran Teatre del Liceu. Grande en muchos sentidos, cargado de recuerdos, de emociones y de voces prodigiosas, para mí el lugar significa un sueño cumplido o, lo que es lo mismo, haber podido ver y escuchar a un maestro de la lírica llamado Plácido Domingo. A todos recomiendo la experiencia de arreglarse para la ópera, de adentrarse en el teatro, de alzar la mirada y soñar con estrellas. ¡A todos recomiendo Barcelona!
Raval o Sant Gervasi, ambos son territorios aptos para el turismo creativo barcelonés. Barrios que estimulan la capacidad de creación o, como mínimo, vuelven locas las papilas gustativas. Deja que Iberia te lleve bien, como te mereces. Deja que Barcelona te haga feliz.
Foto: Casa Paloma