Cierra los ojos y cambia por un momento el frío ambiente que te rodea por agradables temperaturas que oscilan en torno a los 25 grados. Apetecible, ¿verdad? Pues espera, que aún hay más: sustituye el abrigo por el traje de baño, tu chimenea por un mar de aguas cálidas y la sopa de la cena por un sabroso cóctel con el que brindar a la luz de la luna. Ahora sí, ya estás preparado para disfrutar de una Navidad diferente en Samaná, la perla más sugerente de República Dominicana.
Samaná es una preciosa península ubicada en el noreste del país, a menos de dos horas desde Santo Domingo, y conocida por albergar uno de los ecosistemas más ricos de toda América Latina: playas, saltos, flora endémica, cayos, lagunas, fauna autóctona, montañas y cascadas hacen de este paraje un destino de película, de ésos que sabes que jamás se borrarán de tu memoria. ¿Cómo ves, por ejemplo, dar la bienvenida al Año Nuevo en manga corta? Porque resulta un lugar ideal para romper con la monotonía gracias a unas opciones de lo más alternativo a la hora de recorrer sus emblemáticos rincones, y más en esta época del año. Y para muestra no un botón, sino cinco:
Deslizándote en tirolina. Un abrir y cerrar de ojos bastará para disfrutar del horizonte dominicano desde una perspectiva que nunca llegaste a imaginar: desde el aire, en descenso y a toda velocidad. Los cielos de Samaná están salpicados de raíles (algunos de ellos) a más de mil pies de altura, unas tirolinas que cubren tramos de gran frondosidad boscosa y que arrojan panorámicas de una belleza sin parangón. Desde las montañas hasta la costa, todo incluido. ¿Sabes lo mejor? Que, si lo deseas, puedes compartir esta experiencia con tu pareja y crear momentos únicos mientras descendéis juntos; una descarga de adrenalina en toda regla y a más de sesenta kilómetros por hora.
Desde playas de agua cristalina. Hablar de arenales en esta provincia es hacerlo obligatoriamente sobre Las Terrenas, un paraíso virgen que, a pesar del éxito de los últimos años, aún sigue manteniendo el encanto de lo que siempre fue: un hermoso pueblo de pescadores. Aquí se localizan algunas de las mejores playas del país, como la del Portillo, la de Cosón o la célebre Playa Bonita, todas ellas de fina arena blanca, engalanadas con una profusa vegetación e ideales para los amantes de los deportes acuáticos, pues sus aguas transparentes favorecen la práctica de surf, buceo, kitesurf y bodyboard; también para pasear tranquilamente junto al mar y sentirse afortunado por tamaño privilegio. Sentirás un flechazo inequívoco en cuanto descubras sus románticos rincones.
Sobre ruedas o… ¡cabalgando! ¿En 4×4? ¿En bicicleta? ¿A caballo? Alternativas hay para dar y tomar. Una de nuestras rutas favoritas es la que finaliza en las cataratas El Limón, otro de los grandes atractivos al que sólo podrás acceder a lomos de un corcel: hablamos de un salto de cincuenta metros de altura en el que un torrente de aguas blancas acaba formando piscinas naturales… ¡en las que puedes bañarte! Así que no olvides el bañador o el bikini, porque lo vas a necesitar; serán momentos únicos de contacto con la naturaleza. Por su parte, moverte pedaleando o en los trayectos guiados en jeep por la península te permitirá, además, disfrutar del aire libre y hacerlo a tu propio ritmo, saboreando una encantadora sensación de libertad.
Sumergiéndote entre cuevas. La enorme diversidad de Samaná se completa con una imponente colección de cuevas en las que historia y naturaleza se dan la mano para enseñarte que también puede haber vida dentro de las rocas; sus lagunas y sus conjuntos de estalactitas y estalagmitas se forjaron hace miles de años para regalarte unos paisajes en los que la luz fluye de manera tenue, pero decidida, deleitando a tus sentidos. No menos sorprendentes resultan los restos arqueológicos que albergan grutas como la Cueva de la Arena, con sus bajorrelieves prehispánicos, la Cueva de San Gabriel, la mayor de todas y con una veintena de pinturas en su haber, o la Cueva Religiosa, con sus petroglifos. Un mundo mágico al alcance de tu mano.
Saboreando la esencia dominicana. Quizá en estos momentos nombres como tostón, mangú o asopao no te suenen de nada, pero tras visitar la península acabarás siendo un experto en gastronomía dominicana; tanto, que estarás deseando volver a probarla. El intenso sabor de sus platos ha sido posible gracias a la mezcla de diferentes culturas, creando una combinación mágica capaz de sorprender hasta al paladar más exigente. El sancocho es un contundente guiso en el que se conjugan verduras y varios tipos de carne para convertirlo en la receta por excelencia del país; no menos sabroso resulta el locrio, un plato de arroz en el que casi cualquier ingrediente es bienvenido, pudiendo elegir entre carne y pescado; o el conocido moro, una curiosa mezcla de arroz, alubias (habichuelas en el Caribe) y carne que nunca te dejará indiferente. ¿Una bebida? Pregunta por la ‘Vitamina R’. 😉
¡Brindemos por un Año Nuevo de lo más original!