¿Sudáfrica como país de vinos? ¡Por supuesto!

07/03/2017

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Resulta irremediable desviar el pensamiento hacia España, Francia o Italia cuando alguien nos pide recomendación de un buen vino, y lo hacemos por su excelsa calidad y sus trabajados siglos de historia; también, más recientemente, hacia otros países como Estados Unidos, Chile o Argentina, que en las últimas décadas nos están asombrando con añadas de primer nivel. Lo que no parece tan común es rememorar Sudáfrica como destino vinícola, a pesar de que su tradición se remonta al siglo XVII; y es que, actualmente, se erige como noveno productor mundial de vino. Sus caldos, de intenso sabor y dotados de unas características únicas, son reconocidos a nivel internacional y conforman un motivo más que merecido para visitar el país. ¿Nos acompañas?

Para bucear en la historia vitivinícola de Sudáfrica debemos viajar hasta 1655, cuando el gobernador de la región, el holandés Jan van Riebeeck, decidió plantar el primer viñedo del Cabo; desde entonces, sus particulares condiciones climáticas (semejantes a las existentes en el Mediterráneo) y la disposición montañosa del terreno han permitido no sólo el desarrollo de unas plantaciones con carácter propio, también de una floreciente industria en el país. Las suaves brisas del océano Atlántico y muchos años de investigación se han encargado de hacer el resto.

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Las denominaciones de origen se otorgan a los vinos que han sido elaborados en su totalidad con uvas de la misma zona, del terreno, y en la actualidad hay alrededor de sesenta diferentes. Más de tres cuartos de la producción sudafricana, cuya extensión se acerca a las 200.000 hectáreas, están orientados al vino blanco, con cepas tan célebres como la chardonnay, la chenin blanc o la sauvignon blanc; y si revisamos el 25% restante, en los tintos predominan la cabernet sauvingon, la merlot y la shiraz, por lo que en no será difícil comprobar la influencia francesa tanto en el tipo de uva como en el proceso de elaboración.

Eso sí, Sudáfrica también cuenta con su cepa autóctona: hablamos de la pinotage (imagen principal), creada a principios del siglo XX tras cruzar las variedades pinot noir y cinsaut y que produce unos vinos tintos de gran calidad en los que se pueden apreciar tonalidades afrutadas y ligeramente ahumadas. ¡Un verdadero regalo para tu paladar!

Gracias a este importante legado, era cuestión de tiempo que surgieran rutas turísticas dedicadas al vino y a todo lo que representa para el país: las principales bodegas ofrecen catas personalizadas en las que podrás degustar sus mejores caldos, aprender a distinguir sus toques propios y saborear, además, productos autóctonos como quesos, chacinas o aceites de oliva. De todas ellas, a pocos kilómetros de Ciudad del Cabo, nos quedaremos con las tres más destacadas.

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 Stellenbosch es, sin duda, la capital vinícola del país y una visita ineludible durante nuestra ruta: aquí se ubican casi la mitad de las bodegas de Sudáfrica y, como curiosidad, una afamada Facultad de Viticultura y Enología. La arquitectura colonial holandesa de la ciudad contrasta con bellísimos paisajes montañosos en los que los viñedos adquieren un protagonismo especial, anticipando una experiencia única.

Waterford Estate es una de sus bodegas más conocidas: hablamos de una preciosa finca en la que lo rústico y lo elegante se combinan de manera sublime para ofrecer al visitante diversas alternativas de catas con vinos elaborados, por ejemplo, con shiraz o cabernet sauvignon. Cada sorbo viene acompañado de interesantes explicaciones sobre la uva utilizada, la personalidad propia del caldo e indicaciones para aprender a diferenciar sabores y aromas; quizá la opción más demandada sea la que marida vino y chocolate. También ofrecen la posibilidad de realizar una visita en jeep por los viñedos, haciendo diversas paradas para disfrutar buenos tragos de vino en plena naturaleza.

No se queda atrás la bodega Muratie, fundada en 1685, una de las más añejas del país: aquí, el encanto no está sólo en la bebida, también en la posibilidad de visitar instalaciones y edificios centenarios con una decoración un tanto peculiar. La pasión con la que trabajan se nota tanto en la amabilidad de los dueños como en las explicaciones que acompañan a los vinos creados con pinot noir, chardonnay o merlot, entre otras cepas. Mucho más modernas son las Delaire Graff Estate, capaces de ofrecer una completísima propuesta que combina catas de vino con un restaurante de flamante cocina nacional, un spa y, por supuesto, alojamiento con unas panorámicas de lujo. Ya sea en el salón interior o en la terraza exterior, la degustación de una oferta compuesta por chardonnay, sauvignong blanc, shiraz e incluso algún vino rosado te hará sentir plenamente afortunado.

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A un par de horas de Ciudad del Cabo se encuentra Franschhoek, otro nombre propio dentro del mundo del vino gracias a una producción con siglos de historia. Los paisajes montañosos que rodean la ciudad, en los que incluso se llega a ver nieve en invierno, son tanto o más espectaculares que los de Stellenbosch. La oferta vuelve a ser realmente amplia, así que… ¿qué bodegas se pueden visitar aquí? Un buen comienzo sería La Motte, pintoresco enclave que ofrece diversas opciones a la hora de una cata: comparativa de vinos elaborados con shiraz, caldos premiados de añadas antiguas y, como singularidad, los viernes cuentan con una degustación conjunta de vinos y recetas tradicionales de la región, convirtiéndose así en una experiencia completa.

Por su parte, Boschendal cuenta con más de trescientos años de buen hacer en materia vitivinícola y te permitirá conocer sus viñedos y sus cavas por dentro, explicándote cada detalle del proceso de elaboración y envejecimiento del producto. ¿Lo mejor? Que podrás saborear de un buen sauvignon blanc o un agradable cabernet mientras disfrutas de un pícnic sobre la hierba, contemplando sin prisa la belleza del paisaje. Por último queremos destacar la bodega Lynx, pequeña, pero con vinos muy aclamados, de gran calidad. Su dueño habla perfecto español.

Paarl será nuestra última parada en la ruta del vino del Cabo, una ciudad famosa por sus apreciados vinos espumosos y, en clave histórica, porque Nelson Mandela pasó en su correccional Victor Verster (hoy llamado Drakenstein) los últimos catorce meses de los 27 años que estuvo en prisión; una estatua en las afueras del edificio da buena fe de ello. En cuestión vinícola, este enclave ofrece conocidas bodegas como Fairview, una granja de carácter familiar que, además de unos caldos de excelente sabor elaborados con pinotage, mourvèdre o merlot, produce una interesante variedad de quesos; sus catas maridan vino y queso, como no podía ser de otro modo. Mellasat, famosa por producir vinos con una atípica pinotage blanca, y Perdeberg, por sus múltiples premios, son otras dos buenas opciones para catas en bodegas de esta ciudad.