No había terminado la última edición de La Leyenda Vallenata y ya había quien imaginaba todo lo que supondría el 50 aniversario, en 2017, de este mítico festival en Colombia: algo histórico no sólo para los amantes del vallenato, también para la estructura cultural de la nación. Del 26 al 30 de abril se dará cita en la ciudad de Valledupar, al noreste del país, lo más granado de este género musical genuinamente colombiano para ofrecer una muestra de folklore sin precedentes. Un encuentro que no te puedes perder.
Y es que sería difícil, imposible más bien, concebir Colombia sin la existencia del vallenato y del amplísimo legado cultural que ha ido sembrando desde hace más de dos siglos. Hablamos de la música patria por excelencia, un son capaz de unir a parejas, familias y pueblos enteros en torno a manera muy peculiar de entender la vida; buen ejemplo de música con orígenes humildes que ha acabado conquistando el corazón de toda una nación. No resulta casual, por tanto, que la UNESCO lo reconozca como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde el año 2015. En las últimas décadas, además, ha traspasado fronteras para convertirse en un estilo muy apreciado en otros países latinoamericanos como Ecuador y Venezuela.
Sus raíces son fiel reflejo de la diversidad cultural colombiana, algo que observamos en los tres instrumentos que conforman su más pura esencia: el acordeón, de procedencia europea, la caja vallenata, que responde a la herencia africana, y la guacharaca, de origen indígena. ¿Qué representa cada uno de ellos? La melodía, el ritmo y la inequívoca percusión del género, respectivamente. Como colofón, la voz que capitanea cada conjunto musical acaba de compenetrar los acordes y se encarga de otorgarles su propia personalidad.
Y si el vallenato es la música de Colombia, La Leyenda Vallenata encarna el festival que mejor la puede definir. Desde 1968, esta cita se afana en proteger y difundir el carácter tradicional del género, haciendo hincapié en sus cuatro expresiones más significativas: la puya, el merengue, el son y el paseo, ritmos clásicos que se distinguen en función del compás. Tiene lugar en Valledupar, reconocida como capital mundial del vallenato.
Amén del concurso de las Piloneras, una competición de danza que abre el certamen, los diferentes concursos que componen el evento premian a los mejores acordeoneros, compositores y verseadores (autores que improvisan versos) del país, clasificándolos además por categorías: juveniles, aficionados y profesionales, de manera que todos tengan cabida dentro de la fiesta; los ganadores reciben el título de “reyes”. Y es que por aquí han pasado auténticos mitos del vallenato, como Alejandro Durán, Egidio Cuadrado o Egidio Mendoza. Esta nueva edición, la número cincuenta, servirá también para homenajear a los creadores de un evento que cada año disfruta de una mejor acogida y una mayor repercusión: personalidades como Alfonso López Michelsen, ex presidente de Colombia, Consuelo Araujo, ex ministra de Cultura, y Rafael Escalona, verdadera figura dentro del estilo, recibirán su merecido reconocimiento por haber creado y difundido las bondades del evento.
Como curiosidad, cada diez años se celebra el certamen Rey de Reyes, en el que sólo pueden participar los ganadores anteriores de la categoría profesional; una efeméride que volverá a repetirse en 2017 y que supondrá un reclamo más de cara al visitante, dando la oportunidad de contemplar a los mejores artistas de los últimos años. La cita ya la sabes: del 26 al 30 de abril.
Pero no sólo de vallenato vive y baila Colombia. A lo largo del país encontramos numerosos estilos que gozan de un gran arraigo y que representan otras maneras diferentes de concebir la música, desarrollando una enorme riqueza cultural. De todos ellos, son quizá tres los más enraizados:
· La cumbia es otro género muy arraigado en el Caribe colombiano que, como ocurría con el vallenato, bebe de las herencias indígena, africana y europea. Son ritmos animados, muy alegres, creados a partir de instrumentos de viento como la flauta de millo y otros de percusión como los tambores y las maracas; especialmente llamativos resultan los trajes y vestidos que se usan para el baile, una auténtica explosión de color.
· Por su parte, la salsa es una verdadera institución en Cali, una seña de identidad, el ritmo que guía su día a día; de hecho, se la conoce como capital mundial de la salsa. En la ciudad hay numerosos clubs de baile donde la música comienza a escucharse a primera hora de la noche y no se apaga hasta que despunta el amanecer, templos para los miles de caleños que se citan para dejarse llevar por el espíritu del ritmo en un ir y venir de movimientos y piruetas imposibles. Cada año acoge la Feria de Cali y hay incluso museos que abordan los pormenores de este estilo y repasan la vida de grandes músicos.
· Típico de la Orinoquía, una amplia región al este del país, es el joropo: se trata de una música elaborada con maracas, arpa y un cuatro, pequeña guitarra de sólo cuatro cuerdas, de ahí su nombre. Las letras giran en torno a la vida de los habitantes de los pueblos llaneros. En su baile, de gran ritmo, los pasos emulan el galope de un jinete.
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