Sabemos de sobra que la República Dominicana es un destino ideal para deleitarse con sus playas, para saborear la emoción de algún deporte de aventura y, por supuesto, para disfrutar de los agradables rincones de su capital, Santo Domingo. Hasta aquí todo correcto. Lo que muchos visitantes no saben es que el país guarda una cara oculta, mucho menos conocida, que se esconde bajo tierra: miles y miles de cuevas que no sólo albergan lagos y extraordinarias figuras geológicas, también vestigios artísticos de civilizaciones milenarias. Y sí, lo has adivinado, hoy viajaremos por las profundidades del país.
La riqueza del subsuelo dominicano se resume fácilmente en un solo dato: es el país caribeño con mayor cantidad de grutas subterráneas, aproximadamente una por cada kilómetro cuadrado; hay zonas, como el Parque Nacional Los Haitises, donde conviven más de 15.000 distintas. ¿El motivo? La constante acción del agua y de las filtraciones de lluvia sobre la roca caliza, predominante en la región, cuya erosión ha ido creando paisajes interiores de extraordinaria belleza. Y ahí no queda todo, porque aún hay muchas más sin explorar por todo el territorio patrio.
El aspecto más llamativo de las cuevas de República Dominicana estriba en que muchas de ellas se pueden visitar, constituyendo un reclamo turístico de primer nivel y sirviendo como interesante alternativa a los circuitos tradicionales; una forma diferente de relacionarse con la naturaleza y con las culturas antiguas, desde lo más íntimo de la Madre Tierra. No son pocas a las que se puede acceder por libre, pero lo más recomendable es aprovechar las visitas guiadas para conocer salas de difícil acceso y también las historias y leyendas que las envuelven. Una experiencia única, sin duda.
La Cueva de los Tres Ojos (imagen principal) es la más destacada de Santo Domingo, conjunto protegido desde 1972 y que se ubica en el parque natural al que da nombre. Está compuesta por tres grandes lagos interiores (uno por cada ojo) y otro exterior, rodeado de vegetación, que se divisó más tarde y puede contemplarse sin necesidad de acceder a las profundidades. ¿Sus nombres? El Lago Azufre, de cuatro metros de profundidad y llamado así por el color blanquecino de los minerales que contienen sus aguas; La Nevera, un lago con temperaturas que contrastan notablemente con las de la capital, ya que nunca recibe directamente la luz del sol y el ambiente oscila en torno a los 20º. Se accede descendiendo por unas escaleras y se puede navegar por él en un bote remolcado a mano; y, por último, el Lago de las Damas, que se usaba antiguamente como balneario y solía ser frecuentado por mujeres.
En la localidad de San Cristóbal, a pocos kilómetros de la capital, nos topamos con otro emblema subterráneo nacional: las Cuevas del Pomier, también conocidas como Cuevas del Borbón. Se trata de la mejor muestra de arte rupestre del Caribe, con una colección que supera las cuatro mil pinturas y en la que se incluyen también varios cientos de grabados y petroglifos, algunos de ellos con más de dos mil años de antigüedad. Se descubrieron a mitad del siglo XIX. Son 55 grutas de excepcional belleza que también dan pie a actividades deportivas como la espeleología, para discurrir entre gargantas, lagos y pasadizos.
No se queda atrás la Cueva de las Maravillas, ubicada al oeste de La Romana, en la carretera San Pedro de Macorís-La Romana y cerca del río Soco y Playa Nueva Romana: en su interior se encuentran algunas de las mejores y más numerosas muestras de arte rupestre de los indígenas taínos, descubiertas en la parte oriental de la isla y con una antigüedad de entre 500 y 800 años. Se han contabilizado alrededor de quinientas pinturas y grabados en roca, y muchos de estos vestigios pueden verse en la ruta de 240 metros que discurre por el interior de la cueva: figuras humanas, iguanas, serpientes, búhos y murciélagos. Tardarás alrededor de una hora en recorrer una senda de 25 metros dentro de sus frías cámaras en las profundidades de la tierra, que producen una sensación sumamente agradable en días calurosos.
En la provincia de Samaná, al noreste del país, podremos deleitarnos con imponentes paisajes formados por estalactitas y estalagmitas, esas formaciones puntiagudas tan típicas del subsuelo: las primeras, que cuelgan del techo, se forman a partir de gotas de agua mineralizadas que se filtran entre las rocas; las segundas, ya en la superficie, provienen de las decantaciones que llegan desde las estalactitas. Hay numerosas cuevas en esta región, pero, si tenemos que decidirnos por algunas de ellas, elegiremos la Cueva de la Arena, también con bajorrelieves prehispánicos, la Cueva Religiosa o la Cueva de San Gabriel, la de mayor tamaño, donde se cree que incluso escondían los piratas sus preciados tesoros. Interesante, ¿verdad?
Y si lo que buscas es una verdadera descarga de adrenalina, nada como la Cueva Fun Fun para complacer a tus sentidos. Ubicada en el interior del Rancho Capote, en la provincia de Hato Mayor, supone la opción ideal para aventureros por lo interesante de su recorrido: descenso en rappel, túneles, bosques húmedos, escuchar el tintineo del agua sobre la roca sobre un profundo silencio, inmersiones en el río subterráneo que atraviesa la gruta, cañones, murciélagos y un sinfín de sensaciones que, seguro, no habías experimentado hasta ahora. Todo ello acompañado de impresionantes panorámicas y, claro está, de guías expertos.
Y ahora que sabes todo esto, ¿sigues pensando que la magia de República Dominicana sólo se encuentra sobre la superficie?
Imágenes | David Stanley; Milkov Vladislav; chriss73.