Un viaje en busca de Monet

28/02/2018

El arte es una de las mejores formas de viajar en el tiempo cuando es imposible hacerlo en el espacio. La literatura, el cine, la música, la pintura son formas artísticas que entran por nuestras vías sensoriales, transportándonos a diferentes lugares; pero el arte también puede hacernos viajar de una forma más directa: buscando el rastro de uno de sus creadores. Hoy vamos a salir de viaje alrededor del mundo en busca de las obras pictóricas de uno de los grandes pintores de la historia, Claude Monet, y para ello recorreremos algunos destinos Iberia como París, Nueva York, Tokio o Johannesburgo. ¡Despegamos!

Monet es considerado uno de los padres del impresionismo, estilo pictórico de finales del siglo XIX que buscaba  algo muy ligado a los viajes: captar la luz, el instante. Este periplo pictórico lo vamos a comenzar en París, la cuna de este carpe diem transportado al lienzo.  En una exposición temporal realizada en la capital francesa en 1874 se expuso el cuadro Impresión. Sol naciente, obra de un joven y atrevido Monet; gracias a ese título y a un comentario despectivo de un crítico de arte que acudió a ver la exposición, se acuñó el término que daría lugar al nombre del movimiento. El cuadro, que muestra el puerto de Le Havre al amanecer, no se encuentra expuesto en los famosos museos de Orsay o Louvre, sino en el Marmottan, cerca del Bois de Boulogne.

Una vez conocido el origen de Monet y del impresionismo, es momento de continuar nuestro viaje, y lo haremos siguiendo una de las rutas que hizo junto a su esposa, en 1900, en un largo viaje hasta Madrid para estudiar a los autores españoles. En el Museo Thyssen de la capital de España nos encontramos con varias obras del gran autor, como el neblinoso paisaje londinense de El puente de Charing Cross o Marea baja en Varengeville, donde muestra la costa de Normandía.

Desde Madrid damos un  salto hasta una de las grandes ciudades planetarias, Nueva York, un lugar de luces cegadoras donde el arte vibra con fuerza gracias a la presencia de algunos de los museos más importantes del mundo. En el MOMA, una obra de gran formato compuesta por tres lienzos muestra uno de los temas favoritos de Monet, Los nenúfares. En ella sólo se ven agua, flores acuáticas y el reflejo del cielo, sin horizonte alguno en el que apoyarse; si cerramos los ojos, podemos  zambullirnos entre ellos y nadar  hasta el Museo Metropolitano, sacando la cabeza frente al Puente sobre el estanque de nenúfares, un cuadro que retrata el jardín de la casa del autor en Giverny, cerca de París, de inspiración  japonesa.

Japón. Un lugar donde todo impresiona: sus luces y sus templos, su naturaleza y sus megaciudades. Megaciudades como Tokio, la capital nipona, donde se encuentra otro lugar no muy conocido para muchos turistas, el Museo Bridgestone: aquí descansa una de las obras del genio francés, Crepúsculo en Venecia, auténtica llamarada de color que convierte en silueta a la catedral de la ciudad italiana.

Dando un gran salto planetario, nos desplazamos desde Tokio hasta el extremo sur de África: en Sudáfrica se encuentra la Galería de Arte de Johannesburgo, localizada en el Joubert park. En ella podemos disfrutar de los colores de la Primavera, un estallido de vida a golpes de pincel y luz.

Llega el fin de este viaje en el que hemos recorrido cuatro continentes, cuatro tipos de cultura, de tradiciones, de rasgos y de miradas diferentes, pero iguales todas por una misma emoción: la provocada por el arte, por la magia del pincel de Monet. Quizá debiéramos plantearnos dialogar todos a través del arte, sería mucho más fácil entender que son más numerosas nuestras similitudes que nuestras diferencias.

Imágenes | Everett – Art;