Efectos beneficiosos del viaje para la salud

08/03/2018

Casi todo el mundo, frente a un dolor crónico de cabeza provocado por el estrés, se tomaría un paracetamol. Aunque no lo haya recetado un médico, da igual: abrir el botiquín ya se ha convertido en un elemento casi tan común como hacerlo con un cajón o con la puerta del maletero. Pero muy pocos recurren a la que es una de las curas más eficaces frente a dolores de ese tipo: viajar.

Pero no viajar por trabajo, ni de cualquier forma. Ni si quiera a cualquier lugar. No todos los destinos valen para lo mismo en una prescripción viajera: por ejemplo, un viaje a regiones cálidas y húmedas (por qué no, insulares) es perfecto para aquellos que sufren problemas respiratorios, reumáticos, de claustrofobias vitales y de pérdida de perspectiva y de horizontes. Nada mejor, en esos casos, que recibir el aire templado, limpio y vaporoso de zonas de mar como Santo Domingo, San Juan de Puerto Rico o Las Palmas de Gran Canaria.

Si por el contrario se sufre de depresión, aburrimiento crónico o falta de estímulos vitales, quizá lo indicado sería ir a lugares que sobreestimulen nuestras vías sensoriales. Quizá un Nueva York, de luces cegadoras; o un Los Ángeles, donde el cine se escribe con estrellas de oro a ras de suelo; o quizá Tokio, en el lejano Japón, donde cada segundo es diversión asegurada.

Cuando el problema es la anquilosis articular, la capsulitis retráctil de pelvis y cadera por los cientos de horas sentado frente al escritorio, hay dos destinos que son los recomendados: la Habana y Río de Janeiro, donde la salsa y la samba soltarán hasta la última de las adherencias que hayan invadido nuestro cuerpo.

Hay problemas que afectan también a otras partes del cuerpo, como los sentidos. Para los que sufran una ageusia aguda y no tengan capacidad de percibir el sabor del día a día, lo mejor, una terapia de choque: el picante de la comida mexicana en México DF o un sabroso tajine de dátiles en la ciudad de Marrakech. Para aquellos con hipertermia constante, una fiebre vital que no les deja concentrarse en otra cosa más que en las preocupaciones de su vida, en este caso, la terapia también es de choque: Estocolmo, Oslo o San Petersburgo en invierno para bajar el termómetro de un plumazo.

Pero hay que tener en cuenta una cosa: una prescripción viajera no puede hacerse de cualquier forma. Hay que hacer un análisis concienzudo del paciente. Examinar sus síntomas, sus miedos, sus necesidades, hacerle una anamnesis exhaustiva para saber cada rincón de su vida y así poder trazar un diagnóstico perfecto. Solo así el tratamiento tendrá éxito.

Una última indicación, quizá la más importante: una prescripción viajera no te la puede hacer un médico. Es uno mismo el que debe realizarla.

Imágenes | DiegoMariottiniVal Thoermer