Un recorrido por la Occitania francesa

25/06/2018

Francia

En la actual región francesa del Mediodía, se hallaba la histórica Occitania. Leyendas e historias occitanas narran grandes batallas entre señores feudales y persecuciones religiosas de los cristianos tras los cátaros. Unos herejes a los ojos de la iglesia.

Hoy en día, el lugar es un conjunto de antiguos pueblos medievales, preciosas campiñas, antiguos telares que recuerdan a la próspera industria del tinte con índigo, viñedos, arte, puentes milenarios y museos.

¡Vámonos de ruta por Occitania!

Cordes Sur Ciel

No se puede acceder al casco histórico de Cordes Sur Ciel en coche. ¡Punto a favor! Cordes Sur Ciel se encarama a un peñasco y ofrece una estampa de otra época.

Antes de entrar en la máquina del tiempo, me giré para contemplar la campiña occitana. Granjas esparcidas, viñedos y un verde interrumpido por árboles otoñales. Aspiré el frío aire de esa mañana y me despedí del siglo XXI para mudarme al XIII.

Cordes Sur Ciel fue la primera bastida – ciudad fortificada – de Francia. El conde de Toulouse, Raimon VII, la edificó en el primer cuarto del siglo XIII para dar protección a la multitud de familias de cátaros que huían de los católicos.

Y, ¿quiénes eran los cátaros? Los cátaros creían que en el principio de los tiempos existieron dos dioses, uno bueno y otro malo. El dios bueno acabó imponiéndose al malo, pero este último, antes de su caída, logró secuestrar el alma de los seres humanos, quienes olvidaron cómo llegar al bien.

Cordes-sur-Ciel, Francia David Escribano

Desde entonces, la única manera por la que los hombres pueden volver al seno del dios bueno es llevando una vida totalmente pura. Nada de posesiones valiosas o placeres en vida. Y claro, la iglesia católica no vio esto con buenos ojos.

Cordes Sur Ciel, ubicada en un enclave estratégico para el comercio, prosperó económicamente gracias al comercio de lana, cueros, tejidos y la planta de pastel, utilizada, en esa época, como principal colorante azul para tejidos.

Gracias a ello, se construyeron grandes palacios góticos y otros caserones, convirtiéndose en una urbe en la que llegaron a habitar unas 6.000 personas.

Recorre, con tranquilidad, sus calles estrechas y empedradas. Pequeños hoteles con encanto, tiendas de recuerdos y restaurantes sustituyen a los antiguos comercios. Es un lugar mágico. Un auténtico reducto del medievo.

Albi

Mi primera impresión de Albi la obtuve desde el mirador de los jardines del palacio de La Berbie. Atardecía sobre esta magnífica población, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Las aguas del río Tarn corrían tranquilas bajo los puentes que lo cruzan.

Francia

De entre ellos, destaca el Puente Viejo, una oda a la historia de Albi. Mil años lleva sirviendo de paso sobre esas aguas. Y más de mil son también las obras que el gran Henri Toulouse Lautrec dejó en la ciudad que le vio nacer. Se exponen en un museo del palacio de La Berbie. Bocetos, cuadros de diversos estilos y sus 30 carteles más famosos, casi todos referentes al Moulin Rouge.

El casco histórico de Albi también respira un aire medieval. En él hallarás la catedral de ladrillo más grande del mundo, la de Santa Cecilia. Camina por él sin prisa y absorbe Historia.

Montauban

Montauban fue mi última parada en el viaje. La capital del departamento de Tarn-et-Garonne tiene unos 60.000 habitantes y es conocida con el sobrenombre de la ciudad rosada por el color de las fachadas de los edificios que pueblan el centro histórico.

iglesia st jacques montauban David Escribano

El museo Ingres muestra las obras del polifacético pintor Jean Auguste Dominique Ingres, la personalidad más importante nacida en Montauban. El museo se halla en un antiguo palacio episcopal y comparte casa con una bella colección de esculturas de Antoine Bourdelle, otro famoso vecino de la ciudad del siglo XIX.

Si te gustan las iglesias, visita la de St Jacques y la catedral de Notre-Dame de L’Assomption. El mejor lugar para disfrutar del atardecer es la Place Nationale. La gente local sale a tomar algo en las mesas que pueblan una plaza que solía servir de punto de reunión a comerciantes y predicadores. Además, es una de las pocas plazas de Francia que conservan una doble arcada en sus cuatro lados.

La bella Occitania tiene algo para cada viajero.

Imágenes: David Escribano; Alberto Loyodvoevnore | David Escribano

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