Blankenese. Vaya un nombre de cuento. Para más inri, a este popular destino y área residencial de los ciudadanos adinerados de Hamburgo lo llaman “la perla del Elba”. Ahí es nada. Visto lo visto, irse de excursión elegante por los alrededores de una señora ciudad parece una buena idea.
Blankenese, a media hora en transporte público del centro de Hamburgo, tiene buen gusto para dar y regalar. Sus casas parecen salidas de una revista de decoración, y lo que antaño fuera una aldea de pescadores que vivían en chozas de paja simboliza hoy el lujo al oeste de Hamburgo. Para llegar desde la ciudad hasta Blankenese se pueden tomar tanto el S-Bahn (tren metropolitano) como el autobús número 36, mientras de camino se disfruta de la apabullante belleza del paisaje. Al llegar a destino, la escena es como sigue: casas perfectas frente al agua y la arena, con la más frondosa de las vegetaciones como telón de fondo. Un lugar inmaculado, donde todo es bonito. No en vano, una de las rutas de senderismo más bellas de Alemania es la que recorre la orilla del Elba hasta Blankenese.
Blankenese destaca por un sinfín de cosas, entre ellas porque, hacia el sur, se halla el punto más ancho del citado río (2,8 kilómetros de ancho), peculiaridad que abre la puerta a un montón de oportunidades turísticas de ocio, además de a una curiosidad: las vistas sobre la fábrica y flota de una conocida marca de aviones comerciales.
A Blankenese va a practicarse un turismo creativo activo. Por un lado, a este bucólico pueblo de los muchos nombres se le conoce también como “el barrio de las escaleras” o Treppenviertel, lo cual se debe principalmente a que sus hermosas casas están distribuidas (y conectadas) de esa manera tan particular, muy curioso de ver y recorrer. Las escaleras bajan hacia el río entre vistosas casas y cuidados jardines. De ahí que algo típico de Blankenese sean los “Bergziegen” (literalmente “cabras de montaña”), unos pequeños autobuses capaces de deslizarse por las empinadas y angostas calles que configuran Treppenviertel.
Existen muchos porqués para visitar Blankenese, cerca de Hamburgo, siendo uno de ellos su centro. No le falta de nada: pequeñas tiendas, escuelas, cines, cafeterías, panaderías y selectos restaurantes. Su mercado es punto de encuentro de turistas y residentes, y es que la gente de Hamburgo y alrededores tienen fama de afable y conversadora.
Más allá del centro, Blankenese goza de otros atractivos, entre ellos unas vistas increíbles. Los amantes de los faros están de suerte, pues la localidad ribereña cuenta con dos de estas construcciones, una de las cuales puede visitarse. También cuenta con un jardín romano (que incluye un teatro al aire libre donde se organizan actuaciones en verano), un museo de las muñecas e infinidad de parques, así como bellísimos jardines y paseos a lo largo y ancho de Blankenese. Uno de esos espacios verdes es el Hirschgarten Blankenese, conocido como el parque de los ciervos. ¿Con ganas de más naturaleza? A media hora a pie desde el centro del pueblo se halla la reserva natural de Falkenstein, un bosque magnífico donde pasear entre el canto de los pájaros, donde todo es tranquilo, bonito y agradable.
Parece evidente que pasar un día, o al menos una tarde, disfrutando de este rincón tan especial de los alrededores de Hamburgo – que tienen tanto o más peso que la propia ciudad- es casi una obligación viajera. Como dijo Simone de Beauvoir: “La belleza es aún más difícil de explicar que la felicidad”.
Vuela a Hamburgo, empápate de todo lo que tiene que ofrecer, y deja hueco para Blankenese, la guinda del pastel.
Imágenes de Gunnar ries zwo, liebeslakritze y woozie2010 | Marita Acosta