Lo has leído. Te lo han dicho. Lo has visto en las noticias. Chile es “un país peligroso”. Es el segundo país con más probabilidades de sufrir un sismo, el cuarto con más probabilidades de sufrir grandes daños por catástrofes naturales y el que tiene la segunda mayor cadena volcánica activa del planeta (con casi 2.000 volcanes y 500 de ellos activos).
Tantos ingrediente potentes juntos no se pueden encontrar en muchos lugares. Por eso, con una carta de presentación así, la segunda conclusión que se puede sacar es sin duda su mayor peligro: la Naturaleza se expresa con mucha fuerza a lo largo de los 4.329 kilómetros de longitud de Chile. Cuando se desatan tal cantidad de acontecimientos geológicos y climatológicos, la obra resultante suele ser muy espectacular. Lógico, ¿no? Desierto, glaciares, ríos, lagos, cascadas, salares, valles y claro… los Andes. “Ayyyyy” (suspiro).
Desde Arica a Punta Arenas y desde el Salar de Tara a Isla de Pascua. La variedad de paisajes, colores y texturas es tan amplia, que es necesario (por no decir obligatorio) llevar varias tarjetas de memoria con la cámara para “traer todo” contigo de vuelta. Es cierto que en Chile todo pilla un poco a desmano, pero cuando por fin vas, no te queda otra que meter también en la maleta el “ya que estamos” y dejarte llevar.
Y es que, seamos sinceros, después de 13 horas de avión en vuelo directo desde Madrid… ¿solo te vas a quedar en Santiago? Es cierto que puedes visitar el Palacio de la Moneda, la Catedral Metropolitana, subir al Cerro de San Cristóbal en funicular y bajar en teleférico, pasear por el Cerro de Santa Lucía, ver los Andes desde el Sky Costanera, comer en el Barrio Italia y tomar algo en Bellavista pero… en serio, ¿solo te vas a quedar en Santiago?
Pues “ya que estamos, habrá que ir a Valparaíso”. Así podrás coleccionar graffitis bajando y subiendo cerros en sus increíbles ascensores, degustar ceviche y buen vino o contar casas de colores. Pero un momento porque “ya que estamos… podríamos ir a San Pedro de Atacama, ¿no?”. Allí podrás ver lugares de otro planeta en este con nombres tan acertados como el Valle de la Luna, el Valle Arcoíris, el Valle de Marte, los Geysers del Tatio o la Laguna Céjar. Y “ya que estamos”, puedes ir a la cuna del Pisco en Valle del Elqui, a la Catedral del Mármol en Balmaceda o subir al Volcán Villarrica en Panguipulli.
El “ya que estamos” es tan adictivo como interminable porque claro, cuando le sigue un “no podemos irnos sin…”, la cosa se complica.
Y es que en Chile y “ya que estamos, no nos podemos ir sin recorrer Isla Grande Chiloé pasando por el Muelle de las Almas, alguna de sus dieciséis iglesias que son Patrimonio de la Humanidad, Castro e Isla Aucar. Como tampoco “nos podemos ir de Chile sin llegar a Punta Arenas para ver las Torres del Paine, el Glaciar Grey y la Cueva del Milodón”.
Pero cuando realmente se complica la cosa, es cuando se alinean un “ya que estamos” con un “no nos podemos ir sin” seguido de un “porque no sabemos cuando volveremos hasta aquí”.
El resultado de esta fórmula es tan inquietante para el bolsillo como enriquecedor para el alma, la vida y los recuerdos. Y dice así:
“Pues ya que estamos, no nos podemos ir sin volar hasta Isla de Pascua y navegar hasta la Antártica Chilena”.
Pocas expresiones son tan adictivas, interminables y tan verdad, como un “ya que estamos” cuando justamente estás en un lugar tan especial. Por eso, si no te frena la primera conclusión que sacas cuando te hablan de “los peligros naturales de Chile”, ten cuidado con dejarte llevar por la fuerza que la Naturaleza ha desplegado en este país cuando estés allí.
Autor e imágenes: Algo que recordar