Hace años visité a unos buenos amigos de Miami, Ricardo y Charles, en la casa de vacaciones que tenían en Panamá. Más allá de las grandes atracciones de la capital, descubrí por primera vez un espectacular escondite a sólo un par de horas de Ciudad de Panamá: el Valle de Antón. Se trata de un refugio muy concurrido tanto por expatriados como por capitalinos panameños, hasta el punto de convertirse en lugar de peregrinación durante los fines de semana; un rincón donde saborear la esencia de la vida rural y que siempre nos ha sorprendido gratamente con diversos atractivos naturales y culturales.
Ubicado a unos 600 metros sobre el nivel del mar, es en realidad una de las mayores calderas habitadas del mundo, justo bajo el famoso Volcán el Valle: hablamos de un enclave con temperatura de lo más agradable, alrededor de 20 grados durante todo el año, erigiéndose en un verdadero paraíso tropical. Es una zona con altas precipitaciones, pero desde diciembre hasta marzo tiene un clima seco y soleado y es el momento ideal para una visita.
¿Y qué podemos hacer aquí? Si obviamos el creciente número de restaurantes, tiendas, cafés y mercados de artesanías que encontraremos en el centro del lugar, las actividades más populares tienen mucho que ver con la naturaleza: ciclismo, senderismo, paseos a caballo y observación de aves, con más de 340 especies diferentes. No es casualidad, teniendo en cuenta estos datos, que Panamá sea uno de los países con mayor diversidad en turismo ornitológico. Los más aventureros, encontraréis deleite en un par de bellas cascadas, Las Mozas y Chorro El Macho, desde donde podréis lanzaron en una tirolina que cruza esta última. ¡Una buena descarga de adrenalina!
También debemos destacar la zona de Piedra Pintada, en el extremo occidental del valle, una roca con petroglifos precolombinos que hasta el momento no se han descifrado. Un poco más arriba podemos llegar hasta la cima del Cerro Gaital (también conocido como La india dormida), un precioso enclave desde el que contemplar las montañas que rodean el valle y las panorámicas que sólo un destino así puede ofrecer.
Otro punto de interés natural lo encontramos en el modesto zoológico El Níspero, cuya atracción principal es un centro de rescate a anfibios especialmente centrado en la rana dorada panameña, que se encuentra en peligro de extinción. Además, cuenta con un serpentario con catorce especies de serpientes (varias de ellas venenosas) y una boa constrictor, un conservatorio de orquídeas con 147 variedades y un mariposario de reciente creación llamado Butterfly Haven, donde unas 250 familias diferentes revolotean a lo largo y ancho de tres jardines.
Y, para finalizar, nada mejor que un poco de actividad cultural para conocer el pequeño museo de la ciudad, que alberga una interesante colección de arte y artilugios de los períodos precolombino, colonial y republicano: arte popular y exposiciones sobre geología, biología y etnografía local. Interesante, ¿verdad?
Para más información, puedes visitar la página web oficial de Turismo en Panamá.