Nos hemos distanciado respecto de nosotros mismos al poner en práctica las diferentes técnicas aquí expuestas para luchar contra el bucle de retro-alimentación de nuestro miedo a volar. Pues bien, desde esa posición, podemos reconstruirnos a nosotros mismos como personas que ya no tienen dicho miedo.
Hay un autor que explicó cómo podíamos hacerlo. Se trata de L. S. Vigotsky, tal vez lo más parecido que ha tenido la psicología a uno de esos genios que tanto abundan en otras disciplinas como las matemáticas o las artes. El filósofo inglés S. Toulmin lo llamó «el Mozart de la psicología«, y es que, además de los típicos detalles de que a los quince años fuera conocido como el «pequeño profesor» por liderar las discusiones intelectuales entre sus compañeros o que a los diecinueve escribiera un ensayo sobre «Hamlet», Vigotsky elaboró una de las teorías más importantes y prometedoras del campo a pesar de que murió a los 37 años.
La idea que nos interesa de Vigotsky puede describirse brevemente de la siguiente manera:
- en primer lugar, que el lenguaje es un medio de regular aquello que hacemos, llamando nuestra atención sobre los diferentes aspectos de la actividad e indicándonos cuáles son las operaciones a realizar y la forma de llevarlas a cabo;
- y, en segundo lugar, que aprendemos a regular aquello que hacemos a través de lo que nos dicen los demás hasta que adquirimos el lenguaje y, con él, la capacidad de regularlo también por nuestra cuenta, esto es, a través de lo que nos decimos nosotros.
Según Vigotsky, nos decimos a nosotros mismos qué tenemos que hacer igual que se lo diríamos a otro o como si fuésemos otro. Y esto puede verse muy bien cuando nos enfrentamos a tareas nuevas o complicadas, en las que, si estamos solos, podemos llegar a hablarnos incluso en voz alta. En esos momentos, nos decimos a nosotros mismos lo que hemos de hacer, pero también lo que debemos sentir o pensar. ¿Quién no se ha dicho a sí mismo alguna vez «ahora hago esto«, «ten cuidado«, «presta atención aquí«, «tranquilo, no te pongas nervioso ahora» o «si acabo esto, entonces podré pasar a eso otro«?
Lo anterior significa, ni más ni menos, que podemos cambiar nuestra forma de ser a través de lo que nos decimos a nosotros mismos. Basta con repetir las mismas instrucciones una y otra vez hasta que automaticemos la nueva forma de ser. Éste era precisamente el objetivo que perseguíamos con la técnica de la identificación y sustitución de pensamientos automáticos negativos: reemplazar los pensamientos negativos que nos amargan la experiencia de volar por otros pensamientos más adaptativos y beneficiosos para nosotros.
Así que parémonos a pensar qué instrucciones podrían venirnos bien para afrontar el hecho de volar. Pueden ser más generales, como las que se refieren al propio miedo a volar o al hecho de que estamos afrontándolo (por ejemplo, «tranquilízate, piensa en todas las veces que has cogido un avión y no ha pasado nada«, «el miedo que siento lo genero yo, no obedece a algo real« o «he empezado a trabajar para superar mi miedo a volar y voy a conseguirlo«), o más específicas, como las que elaboramos para sustituir los pensamientos automáticos negativos (por ejemplo, «reconozco que dejarme llevar también me resulta muy gratificante«, para sustituir el pensamiento «he de tenerlo todo bajo control«) o todas aquéllas que nos permiten poner en práctica las diferentes técnicas aquí aprendidas, desde la relajación hasta la atención o conciencia plena, pasando por la propia identificación y sustitución de pensamientos automáticos negativos (para ello sólo tenemos que reformular estos posts, de manera que, por ejemplo, cuando empecemos a sentir un poco de nerviosismo, nos digamos: «voy a relajarme mediante la relajación muscular; tengo que respirar profundamente e ir apretando y soltando las diferentes partes del cuerpo tal y como he ensayado en casa«).
Escribamos estas instrucciones en unas fichas para poder llevárnoslas al avión y, cuando lo creamos conveniente, saquémoslas y leamos su contenido. Sin que nos demos cuenta, en poco tiempo habremos aprendido a reaccionar como queremos y estaremos mucho más cerca de superar definitivamente nuestro miedo a volar.
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