Nieve, esquí, paisajes bucólicos y St. Moritz fueron las primeras imágenes que me vinieron a la mente cuando un amigo de Nueva York me sugirió pasar unas vacaciones en Suiza hace unos meses. Cierto que ninguno de los dos esquiamos, pero tampoco condujimos: disfrutamos de una especie de road trip… ¡pero en tren!
Al igual que ocurre en otros países de Europa occidental, esta tierra montañosa se enorgullece de ofrecer a vecinos y visitantes una eficiente y amplia red de ferrocarriles, con rutas que serpentean a través de paisajes que se mueven entre lo tranquilo y lo dramático; hablo de auténticas postales que suscitan el interés de todos y cada uno de tus sentidos. También ayuda (y mucho) el SwissPass, que lo hace asequible en un país con tan alto nivel de vida, un lugar con rincones repletos de cultura, gastronomía, música y experiencias increíbles. Así que… Alle einsteigen, tous à bord, tutti a bordo. ¡Nos vamos de ruta por Suiza!
Basilea
Decidimos volar hasta Basilea, la tercera mayor cuidad del país, y antes de embarcarnos en el recorrido panorámico en ferrocarril, pasamos un día completo disfrutando de las experiencias y las vistas de la capital suiza. El sereno río Rin ejerce de columna vertebral de la ciudad, con puntos de referencia en cada una de sus orillas; a diferencia del Sena o el Támesis, aquí el Rin está lo suficientemente limpio y poco profundo para que los nadadores se puedan bañar en sus aguas durante los meses más cálidos. Una buena ventaja, ¿no crees?
No tardamos en descubrir que la Altstadt (Ciudad Vieja) tiene encanto real, con su pintoresca MarktPlatz y una catedral de estilos románico y gótico, construida entre los siglos XI y XIV, que destaca por su vibrante fachada de arenisca roja; también nos dio tiempo a visitar un par de los más de treinta museos que encontrarás en la capital: entre ellos, destaco el Kunsthalle, centrado en arte contemporáneo; el Museo de Arte Antiguo, dedicado especialmente a las regiones del Mediterráneo; y el Museo de Historia Natural. Y ya en nota personal, me sorprendió gratamente la Fuente Tinguely, construida en 1977 en la Theaterplatz, un conjunto de esculturas cinéticas que bailan con el agua (y que los lugareños dicen que se transforma en una fascinante escultura de hielo durante el invierno).
Zúrich
La mayoría de las personas que llegan a Suiza suelen hacerlo a través de esta ciudad, la mas grande del país y quizá la más conocida a nivel internacional; y es que, claro, se trata del centro económico del país y también de la capital del chocolate, atributos que no pasan desapercibidos. Desde Basilea fue solamente una hora de viaje a través de un paisaje de montañas menores, pero con muy buenas vistas. Aquí descubrimos de la gran historia de la ciudad, de su cultura y del lujo que se respira en el ambiente: recorrimos su célebre Altstadt, algunas boutiques de diseño en la conocida Bahnhofstrasse y saboreamos un chocolate caliente hecho a mano junto al lago Zúrich.
Tiene una ubicación tan envidiable, que a tan sólo diez minutos nos encontramos en la cima de una montaña recorriendo románticos senderos de bosques y disfrutando de un masaje ayurvédico en un retiro de spa. Casi nada. Tomando el S-Bahn para llegar a la estación de Uetliberg, hicimos una sencilla ruta de senderismo hasta la cima de esta montaña, el gran mirador de Zúrich, para respirar aire fresco y observar la puesta de sol sobre la ciudad con una copa de glühwein (vino caliente) y un trozo de pastel en el restaurante que localizado allá arriba. Subimos incluso una buena cantidad de escalones hasta llegar a la torre de observación, de 186 metros, desde la que la panorámica es aún más increíble.
Monte Rigi y Lucerna
Desde la capital económica de Suiza tienes la opción de efectuar excelentes viajes de un día, de ida y vuelta, entre los que se incluyen lugares declarados como Patrimonio de la Humanidad en Berna o explorar, por qué no, trabajos artesanales en la ciudad de Winterthur; aun así, nos decantamos por un viaje un poco más ambicioso, de un par de horas, hacia el monte Rigi, catalogado como ‘La Reina de las Montañas’.
El cielo tenía un semblante optimista cuando iniciamos el viaje por la mañana, con un brillante azul salpicado de nubes blancas, pero poco después de llegar a la estación Arth-Goldau y montarnos en el tren cremallera hasta Rigi, las nubes se expandieron y se tornaron en un amenazante gris pizarra que acabó cubriendo el verde paisaje con un velo gris y lluvioso. En cuanto nos dimos cuenta de la situación y de que la lluvia no tenía intención de disiparse, decidimos tomar un desvío de regreso a Zúrich: el tren de ruedas dentadas hasta Vitznau (el más antiguo de Europa) y un paseo en bote por el lago Lucerna hasta llegar a esta preciosa ciudad con gran herencia teutónica. Todavía llovía bastante fuerte, pero lo soportamos durante un tiempo gracias a los hermosos paisajes medievales a lo largo del río y paseos por algunos de los innumerables puentes que se extendían por el caudal. Lucerna nos encantó, una ciudad preciosa donde las haya.
Tren panorámico Golden Pass hasta Montreux
La Línea Golden Pass de SwissRail se extiende desde Lucerna hasta Montreux y serpentea entre el Oberland bernés, el valle de Simmen, Gstadd y el lago de Ginebra. Nos unimos a la ruta en la localidad de Zweisimmen junto a un numeroso grupo de visitantes, todos con intención de obtener uno de los asientos principales en los vagones panorámicos (si estás interesado en fotografiar el entorno, es aquí donde la primera clase del Swiss Travel Pass te será de utilidad). Las vistas eran espléndidas, con el tren discurriendo entre un extenso y exuberante valle que se va cerrando y se vuelve tan estrecho que parece que las montañas se inclinan para susurrar unas a otras. ¿Lo mejor? Mientras descendíamos hacia Montreux, el lago Ginebra brillaba en todo su esplendor.
Bajamos finalmente en Montreux y caminamos por el paseo apreciando la arquitectura de corte francés para dirigirnos al memorial de Freddy Mercury (el cantante de Queen escribió su último en esta ciudad y se estableció allí por su ‘paz y tranquilidad’): llegamos a su estatua frente al mar cuando el sol se estaba poniendo, bañándolo en un brillo dorado. Este encantador enclave merece al menos un día completo en el itinerario de un visitante, pero por desgracia en nuestra ruta no pudimos hacer mucho más de una hora; pronto nos dirigimos de regreso a la estación de tren para poner rumbo a nuestro destino final…
Lausana
La capital olímpica mundial ofrece un gran contraste si la comparamos con Zúrich o con Basilea: muy francesa, tanto en el idioma como en la cultura como en la estética en general; también por sus calles empinadas y tranvías. Podría decir que Lausana es una mezcla entre París y San Francisco, una bonita ciudad a orillas del lago Lemán que se puede recorrer a pie (siempre que no tengas problemas con las calles empinadas, claro) y que ofrece al visitante un variado menú de arte, cultura y gastronomía.
Las visitas al Museo Olímpico y al Parque Olímpico a orillas del lago tienen carácter obligado, y todas las exposiciones son gratuitas con el Swiss Pass. Lausana también ha recibido con gratitud el estatus de ‘Gran Capital del Vino’, y es la puerta de entrada a la región vinícola suiza de Vaud; y puede que Zúrich se conciba como la capital suiza del chocolate, pero Lausana también cuenta con importantes chocolateros independientes.
Nuestra visita a Suiza fue quizá demasiado efímera a pesar de las pequeñas dimensiones del país, pero eso ha hecho que me quede con ganas de volver y descubrir otros interesantes puntos a través de su excelente sistema ferroviario. Una experiencia inolvidable, sin duda.
Fotos: sculpies, Boris Stroujko, benedek , Rigi Plus y Cge2010 | Akeela Bhattay