Los vuelos de Iberia a París cumplen 70 años

01/07/2019

Tal día como hoy, pero hace setenta años, un avión de Iberia surcaba el cielo de Madrid por primera vez rumbo a París. Siete décadas y miles de vuelos después, hablamos de una relación que se ha intensificado, afianzado, hasta permitir al Grupo Iberia conectar ambas ciudades con ocho frecuencias diarias. Compromiso de mañana, tarde y noche.

Dos hermosas y fascinantes capitales europeas, de esas que dejan huella en el visitante para que este pida más, tan solo una vez más, y acabe regresando deseoso de saborear unos encantos que jamás se agotan. Podríamos decir que dos ciudades hermanas, pues hay tanto de Madrid en París que es casi posible replicar planes con acento francés. ¿No lo crees? Atento, ¡que estamos de aniversario!

El Guernica como nexo

Cuando hablamos de Pablo Picasso, a todos se nos viene automáticamente a la cabeza su famoso Guernica, icono que simboliza el sufrimiento que las guerras causan en los seres humanos. Desde 1992 se exhibe en el Museo Reina Sofía de Madrid, pero… ¿sabías que fue expuesto por primera vez en la Exposición Internacional de París de 1937? ¿Y que fue Iberia quien trajo el cuadro de regreso a España en 1981, después de décadas de exilio forzoso, desde Nueva York?

Porque el vínculo parisino de Picasso se remonta a principios del siglo XX, instalándose en 1904 en el barrio de Montmartre, empapándose de lo más granado de la pintura y preparándose para liderar las vanguardias artísticas de la época; allí pintó otra de sus grandes obras, Las señoritas de Aviñón. Tanto es así, que incluso existe en París el interesante Museo Picasso, ubicado en el lujoso Hôtel Salé, que alberga cientos de referencias de todas sus épocas entre pinturas, dibujos, grabados y esculturas; especialmente profuso este último apartado, pues cuenta con más de 250 obras del gran artista español.

Coleccionista, ¿estás buscando una ganga?

En Madrid, los domingos, es típico adentrarse en el Rastro en busca de gangas, artesanías y/u objetos de colección; también para tomar unas tapas al mediodía como merecida recompensa. Y, claro, en París no iba a ser menos, sólo que allí se conoce como Marché aux puces de Paris Saint-Ouen, literalmente un mercado de pulgas: una de las clásicas visitas alternativas de la capital, tanto que hasta Woody Allen le dedicó su particular homenaje en la película Medianoche en París. En pie desde finales del siglo XIX, actualmente se celebra sábados, domingos y lunes.

Son 1.700 comerciantes los que se dan cita cada semana en el mercado y las calles adyacentes para ofrecer a coleccionistas y curiosos artículos de lo más diverso: elementos de decoración, cuadros, bisutería, juguetes antiguos, mobiliario para el hogar, libros en diferentes idiomas y, por supuesto, ropa vintage. Compras que podrás combinar con magníficas opciones gastronómicas.

El punto donde empieza todo

Uno de los puntos más emblemáticos de ambas ciudades es la placa que representa el kilómetro cero, desde donde se empiezan a contar las distancias de las principales carreteras del país. En París está ubicado en la mismísima Plaza de Notre Dame, justo frente a la fachada principal de la catedral: se trata de una piedra redonda de color gris coronada por una estrella de los vientos, de ocho puntas, elaborada en bronce. Tendrás que fijarte bien si no quieres que pase desapercibido, pues marca además el centro oficial de la capital.

En Madrid es típico hacerse una foto pisando la placa, pero en París van más allá: dice la leyenda que, si pisas la estrella, tendrás suerte y volverás a la Ciudad de la Luz; y, viendo lo visto, no son pocas las veces que ha acabado cumpliéndose la profecía.

Esculturas a pie de calle

No sólo Madrid cuenta en su haber con ejemplos del mejor arte urbano, esculturas con enfoque aleatorio que van desde las vanguardistas Día y Noche junto a la estación de Atocha, del escultor Antonio López, o la mítica ‘Abuela rockera’ en el barrio de Vallecas. París lleva décadas acogiendo a las tendencias más destacadas del arte, y en este campo no iba a ser menos: paseando por la capital francesa te toparás en más de una ocasión con esculturas de lo más random, pero todas ellas con el componente común de dejarte boquiabierto.

¿Un pulgar en plena calle? Sí, lo hay. Le Pouce (arriba) es una obra del artista César Baldaccini que formaba parte de una exposición en 1965 dedicada exclusivamente a las manos, convirtiéndose en la única pieza conservada hasta hoy; está elaborado en resina sintética y ofrece un realismo sin parangón. Ubicado en La Défense, no es casual que se haya convertido en uno de los puntos más buscados de París. ¿Eres un viajero empedernido? Entonces tampoco te puedes perder el doblete escultórico creado por el galo Arman frente a la estación de tren de Saint Lazare, la más antigua de la ciudad: una de las estructuras (L’Heure de Tous) superpone diversos relojes de bronce en equilibrio inestable con la peculiaridad de que todos marcan una hora diferente; en la otra (Consigne à vie), hace lo propio con una serie de maletas de bronce apiladas hasta lograr ese reflejo de objetos cotidianos y sentimentales tan típico del autor, afanado en la acumulación de objetos.

Y hay más, no te preocupes: Le Grand Stabile Rouge, de llamativo color rojo y con más de setenta toneladas de peso, o L’Écoute, una enorme cabeza blanca que se esconde detrás de otra mano no menos grande, son sólo algunos ejemplos adicionales del prolífico y llamativo arte urbano que encontrarás en París. ¡No te lo puedes perder!

Imágenes | pawel.gaulMarioGutiShadowgatePanoramas