Nanjing, Shanghái y mucho más

14/01/2020

Queridos amigos y amigas:

Por unas horas hemos decidido dejar atrás la gran urbe china. Nos encontramos en Nanjing (en castellano, Nankín), a unas tres horas en coche de la deslumbrante Shanghái. Aquí todo sabe y huele diferente, el ritmo es otro, diría que más pausado, pero sin rozar la languidez en ningún momento.

¿Sabéis qué? China es maravillosamente intensa, de ahí que sea un destino que nunca deje indiferente. Y es precisamente esa fuerza la que invita a dosificarse, a combinar el asfalto con rincones de menores dimensiones (si es que en un gigante como China hay algo que pueda tildarse de pequeño). De ahí que nos hayamos venido de excursión a un lugar tan interesante como razonablemente cercano; después de haber volado hasta aquí, lo suyo era adentrarse en los alrededores, ¿no?

Nanjing nos está gustando mucho. La que fuera antigua capital de hasta seis dinastías chinas acumula una multitud de vestigios dignos de tan regio pasado, ganchos culturales que apetece visitar, conocer, y fotografiar. Tumbas famosas, templos, murallas… larga es la lista de motivos para acercarse a explorar Nanjing.

No todo es pasado en Nanjing. De hecho, a la urbe hoy se la tilda de moderna, y se nota. Además, cuenta con el plus de ser una ciudad ribereña, en cuyas calles nos estamos encontrando con numerosas casitas antiguas al más puro estilo chino, de esas que, cuando viajas, tanto apetece poder conocer y apreciar.

Esto es una maravilla. Lo primero que me ha fascinado de Nanjing es que aun conserva su antigua muralla. ¿Lo mejor? Que, al menos en parte, la hemos podido pisar y recorrer, escoltados por el río. Y digo en parte porque a la conocida como la “capital de la educación, la ciencia, la cultura, el arte y el turismo” la envuelve una de las murallas más grandes y mejor conservadas del mundo: nada más y nada menos que 33 kilómetros de construcción. En ella destacan la Puerta Zhonghua (la Puerta de China), una sección del siglo XIV, y la Puerta Tongji, de la dinastía Ming.

Otro de los atractivos que nos ha fascinado ha sido el templo de Confucio, tan bellamente e impecablemente mantenido, con rascacielos haciendo las veces de telón de fondo. ¡Nos ha impresionado! De un templo esperaba solo piedras, o como mucho misticismo. Sin embargo, este lugar de interés de Nanjing ha superado mis expectativas. ¿Qué me he encontrado? Pues un área peatonal dedicada al ocio y a la vida de los locales, llena de tiendas de recuerdos y restaurantes de auténtica atmósfera china, entre bellos edificios tradicionales y mucha animación.

Otro gran momento en el que he respirado hondo y me he sentido en China ha sido al arribar al Parque Zijinshan (su bello nombre alternativo es “de la Montaña Púrpura”). Entiendo que sea una de las principales atracciones de Nanjing, dado que concentra el Mausoleo a Sun Yat-sen, cuya famosa escalera de mármol elevándose por la ladera es uno de los lugares más multitudinarios de todo el país, así como el Mausoleo Xiaoling del primer emperador Ming, entre otros atractivos. Este último ha supuesto un momento muy especial, cuando hemos caminado escoltados por figuras enormes y una hilera regia de árboles. La guinda más divertida del pastel ha llegado con la pequeña excursión hasta el punto más alto del parque, para lo que hemos tomado un teleférico y, ya arriba, hemos disfrutado de las impresionantes vistas sobre la ciudad.

Nankín, en China

La lista de atractivos de Nanjing, entre callejuelas y rincones pintorescos, es demasiado larga, no da para incluir ni un atisbo de sus proporciones en unas líneas como estas, bienintencionadas pero limitadas. Sinceramente, no sabía muy bien que esperar de Nanjing. Sobre el papel, la capital de la provincia de Jiangsu pintaba muy bien, pero uno nunca sabe el qué hasta que lo vive en persona. Para mi alegría, no solo no me ha decepcionado, sino que ha sido el contrapunto perfecto a Shanghái, a la que también regreso con ganas, todo sea dicho.

¡Ojalá estuvierais aquí!

Fotos de Stephan Wagener; Dale Ellerm; Jean- Pierre Dalbéra