Si pienso en mi vuelo a La Habana con Iberia y en todo lo maravilloso que sucedió cuando entré en Cuba, algunos de los recuerdos más memorables brotan de los días que pasamos en Viñales.
La Habana es esa ciudad de las estampas costumbristas, el recipiente de múltiples encantos y actividades: pasear por el barrio de Vedado; sumergirse en los colores y olores de la Habana Vieja; contemplar las maravillas que pueblan museos como el de Arte Colonial, el de la Navegación o del Ron; o pasearse al estilo cubano por el Malecón. Entonces, ¿por qué también Viñales? A modo de prólogo, os confesaría que me asaltan los suspiros cuando rememoro aquel verde valle. Me atrevería a decir que la excursión desde La Habana hasta la provincia de Pinar del Río es uno de los tesoritos del país. El municipio, que se encuentra en el norte de la isla, fue la siguiente parada en mi ruta después de la capital (llegué tras tres horas en autocar). El camino es precioso.
Tras la visita a La Habana, Viñales fue para mí un soplo de aire fresco: agradecí enormemente el trueque de la urbe por un apacible entorno rural, la transformación del cemento en exuberante vegetación fue una especie de catarsis. Allí viví momentos hilarantes, aventuras de todos los tamaños, montando a caballo por el valle, visitando las fábricas de tabaco, o refrescándome con un jugo de fruta fresca en un huerto perdido, compartiendo una charla sincera con su entrañable dueño, el sonriente campesino de la zona.
En cuanto a las visitas que Viñales sugiere, recomiendo el jardín botánico, un lugar muy pintoresco, algo descuidado, pero con un toque salvaje interesante. Otro buen plan es disfrutar de una jornada de playa gracias a una excursión a Cayo Levisa, un paraíso de aguas turquesas, tumbonas y rumor del mar. Otro día habría que improvisar una excursión a caballo de media jornada, de lo más divertida, con parada en casa de algún tabaquero. El recorrido por el Valle del Silencio es tan pintoresco, ¡recuerdo que lo disfruté tanto! Tras la excursión a caballo, y después de reponer fuerzas, vale la pena hacer una segunda excursión con un guía local, esta vez a pie, para descubrir más y más el valle. Entre granjas de cocos e inmersiones en cuevas de la zona, el tiempo vuela. En conclusión, acabas disfrutando de un día nada turístico, alejado de la ruta estándar y guiado por gente del pueblo, en el que se sacrifican lujos a cambio de visitas más genuinas.
Por último, recomiendo mezclarse con los cubanos y compartir cenas con ellos (cerdo, arroz, papas, verduras…). Todo esto aderezado con las historias, deliberaciones y recuerdos de sus gentes, valientes y trabajadoras, ante las que me quito el sombrero.
Hasta aquí mis recomendaciones para volar a La Habana y recorrer algo de lo mucho bueno que Cuba atesora. Hablemos de todo un Monumento Nacional como Viñales. Hablemos de sus paisajes naturales, de los más impresionantes de la isla. Hablemos de sus cuevas, sus excelentes casas particulares, sus excursiones a pie entre marrones intensos…Y si quieres saber más de Cuba en general, no dejes de consultar los consejos #IberiaMayors.
Fotos: Simon Matzinger; Rob Oo;