El vermut vuelve a estar de moda en España

31/01/2020

Matthew Hirtes

Pensar en la bebida española por excelencia puede llegar a evocar imágenes de la sangría, por ejemplo, esa combinación de fruta y vino que define el verano de muchos turistas. Quizá haya también quien opte por el tinto de verano (vino tinto con gaseosa o refresco de limón), por una copa de cava (vino espumoso) o por la sidra asturiana.

Pero lo que muchos descubren cuando visitan España es que los españoles de todas las edades han albergado, tradicionalmente, pasión por un vino dulce, fortificado, con infusión de especias, que se hizo muy famoso en la Italia del siglo XVIII y que está viviendo en la actualidad una segunda juventud: estoy hablando, por supuesto, del vermut (o vermú), una de las bebidas favoritas en España a la hora del aperitivo y disponible tanto en botella como en grifo. ¿Quieres saber más sobre esta bebida tan particular?


Aitor Kanur

El vermut comienza siendo un vino blanco al que se le da color y se aromatiza con la adición de ingredientes tan dispares como hoja de laurel, cardamomo, canela, manzanilla, cáscara de cítricos, clavo, cilantro, hisopo, enebro, mejorana… y así hasta el infinito; una combinación que, en función de las cantidades de cada ingrediente, hace variar el sabor. Su graduación alcohólica se mueve entre el 15 y el 18%.

Mi primera incursión con esta bebida, que ocupaba un lugar de honor en el mueble-bar de la casa de mis abuelos (era el único alcohol que se podía beber legalmente en Estados Unidos durante la ley seca por sus propiedades medicinales, y siempre que estuviera recetado por el médico), se produjo en la isla de Gran Canaria: de camino al famoso mercado agrícola de Vega de San Mateo, mi mujer y yo nos sorprendimos al ver un buen grupo de jubilados bailando tango en la plaza principal del pueblo; tras unas cuantas preguntas, entendimos que buena culpa de aquel jolgorio se debía al vermut servido en un vaso poco profundo con hielo, rodaja de naranja y aceituna verde.


Zaqarbal

Desde entonces, he disfrutado el vermut con el tradicional acompañamiento de patatas fritas (cuyo toque salado es el compañero ideal para el toque de hierbas y ligeramente amargo de la bebida) en muchas de las tabernas del centro histórico de Madrid, como la Taberna Ángel Sierra, con 102 años de vida; en el barrio de Chueca o en la venerable Bodega Ardosa (arriba) del barrio de Malasaña, pero también en El Rinconcillo, el bar más antiguo de Sevilla (desde 1670) o en Cal Pep, en el barrio de Gràcia de Barcelona. Y, de igual manera, sentado en una plaza de la localidad Gran Canaria de San Andrés y Sauces, donde me percaté por primera vez que no era el bebedor más joven del lugar.

Y aunque el vermut vuelve a estar de moda, su trayectoria en España tiene más de un siglo de historia. Hace unas semanas estuve en la localidad de Cambrils, en la provincia de Tarragona, y me sorprendió saber que me encontraba a tan solo quince minutos en coche de Reus, la indiscutible capital del vermut: una tradición introducida por los italianos en el siglo XIX y asentada hasta el punto de que se ha creado una Ruta del Vermut, que une los lugares más importantes de la ciudad que se dedican a esta bebida.


Estació Enológica

Comencé mi ruta en la Estació Enológica, también conocida como La Casa del Vi i del Vermut (abajo), un edificio modernista de 1910 que se ha convertido en un templo para el vermut de Reus; fue aquí donde conocí la historia de la ciudad en materia de licores: en el siglo XVIII era común toparse con la frase ‘Reus, París, Londres’, las ciudades que fijaban el precio del brandy. A finales del siglo XX, este enfoque se había trasladado al vermut, con una treintena de productores locales fabricando la bebida utilizando fórmulas secretas. Uno de los supervivientes es el aclamado Vermuts Rofes, donde por supuesto tenía que ir: allí pude saborear una lección de historia sobre la empresa familiar por boca del propietario actual, Salvador Rofes, y traté de imaginarlo como las antiguas bodegas, que estaban conectadas en camión antiguo a la estación de tren cercana.

Como no podía ser de otra manera, también visité el Museu del Vermut (abajo), el más grande de este estilo en el mundo, sede de un delicioso restaurante de cocina creativa mediterránea y que comenzó a funcionar en 1982 como colección privada después de que el propietario, Joan Tàpias, tropezara con una vieja botella de la marca italiana Cinzano. Pasé allí aproximadamente hora y media entre coloridos recuerdos que incluyen más de trescientos clásicos carteles promocionales, 1.300 botellas, alrededor de 3.000 etiquetas y un bar que almacena vermuts de todo el mundo, incluyendo algunas opciones bastante peculiares de Reino Unido y Estados Unidos.


Museu del Vermut

Y terminé justo donde comencé la ruta, regresando a la Estació Etnológica, haciendo una cata de diferentes aceites de oliva junto distintas gamas de vermuts con sabores que distan mucho del italiano clásico. Levanto un vaso a modo de agradecimiento doble: el primero, para el hijo nativo más famoso de Reus, el icónico arquitecto Antoni Gaudí; el segundo, para mis abuelos. ¡La vida es dulce! ¡Salud!

Y en Reus, más allá de su famoso vermut…

Conmemorado por una estatua suya de cuando era niño, Gaudí se fue a Barcelona a los 16 años, pero es posible encontrar más información sobre la vida y la época del gran arquitecto en el Gaudí Centre Reus de la Plaça Mercadal, la plaza principal de la localidad: me fascinaron las fotos de los fenómenos naturales de esta región, que Gaudí utilizó en sus obras. Cerca de allí, la preciosa Casa Navás, terminada de construir en 1908 y diseñada por el contemporáneo de Gaudí Lluís Doménech i Montaner, representa el epítome del estilo modernista catalán que define el centro de Reus.