Vivimos en una época en la que tenemos un alcance inmediato a cualquier tipo de información, en la que con un solo video podemos aprender cosas impensables, un post nos puede solucionar muchas dudas o un artículo ayudar a manejar nuestros miedos..
Parece que tenemos “la solución de nuestros problemas a tan solo un “click”, y esto ha hecho que cada vez más, nuestra forma de gestionar los conflictos sea a través del control. Tener acceso a esta información es una forma de controlar nuestra incertidumbre, malestar, miedos etc… y no es que sea malo controlar, si no que cuando se convierte en nuestro modo de vida, cuando nos relacionamos con el mundo y con nosotros mismos desde ahí, podemos desconectarnos de una de las cosas más básicas del ser humano: el sentir.
Sentir nuestras emociones, nuestro cuerpo avisándonos, forma parte de la vida y nuestra supervivencia. A pesar de lo desagradable que supone algunas veces esas sensaciones físicas y emocionales, es la forma que tiene nuestro cuerpo de hablarnos.
El control no siempre es un buen aliado
Cuando nos enfrentamos a un vuelo y aparecen sensaciones de miedo, ansiedad, tensión… a veces para “apagar” estas sensaciones desagradables, ponemos en marcha una serie de mecanismos de control: Por ejemplo, elegir un asiento determinado que nos permita escapar con mayor facilidad, comprobar todas las salidas de emergencia y no perderlas de vista, mirar continuamente las caras del personal de vuelo para leer en su rostro lo que está sucediendo o incluso tomar alguna medicación para que no aparezcan esas reacciones.
Todas estas conductas pueden ser muy traicioneras… porque a corto plazo nos dan sensación de seguridad, alivio y una percepción subjetiva de control de la situación. Pero lo que no nos damos cuenta es que a largo plazo pueden perpetuar o aumentar nuestros miedos e inseguridades.
Hay que tener en cuenta que con estas conductas estamos enseñando al cuerpo a no tolerar las sensaciones desagradables que experimenta, de hecho a veces podemos realizar estos comportamientos incluso antes de que aparezca algún síntoma en nosotros, simplemente porque anticipamos que esto puede pasar ya que en anteriores ocasiones ha sucedido.
Si nos acostumbramos a controlar todo aquello que no nos guste sentir, como en algún momento no podamos poner en marcha los recursos que ya sabemos que nos funcionan o en un momento esos mismos recursos no nos sirvan, va a ser más fácil que nos desregulemos llegando a tener ataques de ansiedad, puesto que el cuerpo sólo se va a sentir seguro en ese control y en caso de no tenerlo, puede que se perciba en peligro, activando en nosotros mayor activación.
También es cierto, que si dirigimos todas nuestras acciones y pensamientos a controlar que no aparezca el malestar durante el vuelo, nos hará estar más en contacto con la preocupación que en las cosas que realmente están sucediendo en el momento presente.
Entonces, ¿qué podemos hacer para gestionar el miedo sin necesidad de controlar?
En primer lugar es fundamental que aprendamos a tolerar nuestras emociones y sensaciones desagradables. Y tolerar implica sentir, permitir que estén presentes las emociones sin necesidad de hacer nada que las apaguen o hagan desaparecer al momento. Para ello es importante entender que el cuerpo reacciona a tres niveles (fisiológico, cognitivo y emocional) con el objetivo de avisarnos de posibles peligros o darnos información, y esto no significa ni mucho menos que eso que pensamos vaya a suceder.
Abrir nuestra ventana de tolerancia al malestar puede ser un recurso muy útil. Acepta que hay ciertas situaciones que no tienen por qué ser agradables, aunque para otros lo sean y que durante un tiempo puede que nos vaya a acompañar esa incomodidad.
Recuerda que tienes capacidad de tolerar todo eso que sientes, ya que son respuestas normales del ser humano por muy desagradables que sean.
Aceptar que hay cosas que se escapan de nuestro control es fundamental. Soltar esa necesidad de control llega a ser muy liberador. Simplemente confía en que todo va a salir bien. La confianza no es algo que se pueda tocar o cuantificar, va mucho más allá, está en lo emocional, en delegar, en soltar y permitir que las cosas ocurran “a su manera”, aunque no sea la que a ti te gustaría o tenías planificada.
Algo que puede servir es utilizar mantras que para ti sean liberadores como por ejemplo “cuando pase, me ocupo” “todo pasará” “puedo tolerarlo” ya que ocuparnos previamente de algo que aún no ha ocurrido es generarnos un doble sufrimiento.
Así que no olvidemos observar como espectadores qué conductas de control estamos teniendo, para identificar aquellas que quizá nos veamos capaces de soltar. Ya que como hemos hablado el control puede ser muy traicionero… a corto plazo parece que funciona pero a largo plazo puede agravar tu malestar.
Autor: Crea sentido