- Cuando piensas en viajar, piensas en el momento de coger el vuelo.
- Cuando estás cogiendo el vuelo, piensas en el momento del aeropuerto.
- Cuando estás en el aeropuerto, piensas en la hora del despegue.
- Cuando estás en el despegue, piensas en el momento del aterrizaje.
- Cuando estás aterrizando, piensas en el vuelo de vuelta.
¿Cuántas veces estás haciendo una cosa y pensando en otra?
Últimamente vivimos con tantas cosas en la cabeza, obligaciones, exigencias, compromisos, planes… que cada vez nos cuesta más vivir la vida desde un lugar más pausado y presente. Parece que hemos normalizado sentirnos desbordados, sin tiempo y estar siempre ocupados haciendo mil cosas. Todo esto nos lleva a que la cabeza esté en continuo funcionamiento, anticipar lo que va a suceder, estar haciendo una actividad y pensar en otra cosa… pero no nos damos cuenta de lo realmente perjudicial que puede ser vivir la vida desde ahí, ya que llega un momento que no nos vemos capaces de abarcar todo lo que tenemos en la cabeza y es cuando aparece el agotamiento, el miedo, las inseguridades y el creer que la vida se nos escapa del control.
Si trasladamos esto a los viajes en avión, pasa un poco lo mismo. Queremos tenerlo todo “bajo control” y esto nos lleva a anticipar continuamente los siguientes pasos, las cosas que pueden ocurrir o tal vez nos enganchamos a nuestros pensamientos una y otra vez pudiéndose generar cada vez más angustia.
Por eso practicar Mindfulness puede ser un recurso muy útil para vivir la vida desde un lugar más consciente, ligero y sin luchar contra uno mismo.
Mindfullness: un modo de vida.
Con mindfulness nos referiremos a la atención plena. Muchas veces cuando escuchamos este término creemos que tenemos que tener tiempo para practicarlo, estar relajados o incluso tener un espacio adecuado. Pero nada más lejos de la realidad, se puede practicar yendo hacia el aeropuerto, durante un vuelo, esperando las maletas o en los momentos que queramos. Mindfullness es la habilidad para aprender a observar la realidad en el momento presente, sin intenciones de juzgar y con plena apertura y aceptación. Puede convertirse en un modo de vida que nos acompañe en nuestro día a día, para así sentirnos más preparados para enfrentar situaciones estresantes (como pueda ser volar para algunas personas).
Entrenar la habilidad de mindfulness nos hace darnos cuenta y ser conscientes de la relación que tenemos con nuestros pensamientos y sentimientos, además de aprender a verlos con perspectiva para encontrar un espacio de calma y bienestar en nosotros.
Esta habilidad puede ser clave en el miedo a volar ya que cuando nos exponemos a un viaje, los pensamientos pueden estar más presentes que nunca de forma muy desagradable y tener un recurso que nos ayude a dejar de luchar contra esos pensamientos, observarlos desde fuera y aceptar su presencia manejando todas las sensaciones que aparecen, puede llegar a ser muy liberador.
¿Cómo podemos ponerlo en práctica?
Tenemos 70.000 pensamientos al día, es normal que nuestra mente se vaya de uno a otro sin parar. Pero tenemos la capacidad de ser meros observadores de lo que ocurre en nuestra cabeza sin necesidad de entrar “al juego”. Sin embargo esta tarea puede resultar muy difícil y más si esos pensamientos nos alertan de un peligro como pasa en el miedo a volar.
Seguro que si miramos a nuestro alrededor durante el vuelo podemos encontrar una gran serie de recursos que nos ayuden a centrar nuestra atención en el momento presente y nos permita hacer un uso consciente de nuestros cinco sentidos.
Por ejemplo: centrarnos en un olor específico, observar un objeto determinado y apreciar sus colores o forma, tocar algo que nos haga conectar con las diferentes texturas, escuchar los sonidos de alrededor intentado identificar la gran variedad que nos rodea o incluso saborear detenidamente un caramelo apreciando su sabor.
Es muy útil crear este espacio de atención focalizada para tener un ancla, algo a lo que podemos volver. Lo importante no es que no nos distraigamos cuando lo practicamos, sino que cuando esto suceda, redirijamos nuestra atención al aquí y el ahora.
Otro ejercicio que puede ser muy beneficioso es centrarnos en nuestra respiración, ya que la respiración va a favorecer que podamos manejar de alguna manera nuestro sistema nervioso.
La respiración es lo que más a mano tenemos para cambiar el foco atencional en el momento del vuelo. La naturaleza de la mente es dispersarse y nuestra tarea es darnos cuenta de ello y amablemente volver a nuestro foco de atención (respiración). ¡Cuánto más nos esforcemos, menos relajante será el proceso!
Observa cómo entra el aire por la nariz lentamente y aprecia todas las sensaciones que suceden: el olor, el aire seco, la temperatura… y poco a poco con toda la atención que puedas, exhala el aire húmedo viendo como se va deshinchando todo el cuerpo hasta quedarse vacío por completo. Siente como el aire penetra y sale de tus pulmones, observa cómo se infla el abdomen al inhalar y como vuelve a su posición al exhalar. Simplemente observa todo lo que sucede en tu cuerpo, sin juzgar, sin cuestionar…
Repite el proceso cada vez que tu mente se disperse y trata de dirigirla de forma amable y compasiva al momento presente. Es importante familiarizarse con esta forma de respirar para dominarla y poder recurrir a ella en distintos momentos del día. De esta forma será más fácil realizarla cuando lo necesitemos.
Recuerda que la mejor manera de experimentar la sensación de mindfulness es practicarla, no hablar de ella, es una habilidad que se adquiere con la práctica.
El momento es aquí y ahora.
Autor: Crea Sentido Psicología