El Tai Chi es un arte marcial ideal para la mejora y restablecimiento de la salud y nuestra condición física. Construye la herencia legada por los taoístas de la antigua China y consiste en una serie de ejercicios gimnásticos basados en la antigua medicina tradicional y en la experiencia de los daoyin, que se transmitía dentro de la secta Huashan. Son movimientos corporales destinados a canalizar la energía vital a fin de mantener una buena salud y alcanzar la longevidad. Es una gimnasia encaminada a canalizar los meridianos, la circulación de la energía, el Chi.
Su particularidad consiste en combinar armónicamente sus tres fundamentos:
- Movimiento corporal
- Concentración
- Respiración consciente
Existen varios estilos principales, dos de los más extendidos son el estilo Yang y el estilo Chen. Según sea nuestra condición física nos podemos inclinar por practicar un estilo u otro. En el estilo Yang predominan los movimientos largos, suaves y sin alteración de la respiración o fuerza. En el estilo Chen, se trabaja pasando de la relajación a la explosión en un mismo movimiento continuo. Por esto es el primer estilo, el Yang, uno de los más adecuados para los principiantes de nuestra segunda o tercera juventud. Esto no quiere decir que sea fácil su práctica, ya que todo movimiento relajado tiene su complicación. Practicantes noveles han visto cómo el simple movimiento de extensión de un brazo les puede llevar horas de práctica hasta conseguir la fluidez del movimiento relajado.
El Tai Chi y sus efectos terapéuticos
Los movimientos circulares realizados sin rupturas activan la circulación de la sangre y regulan la tensión arterial. La respiración abdominal mantiene el abdomen flexible y el pecho relajado, convirtiéndola en una respiración profunda, lenta, uniforme y suave, aportando un mayor equilibrio en el funcionamiento del sistema respiratorio. Asimismo, el Tai Chi favorece la digestión, ya que sus movimientos activan el funcionamiento intestinal.
La influencia del Tai Chi sobre el sistema nervioso es tan tangible como obvia. La tonificación equilibrada del sistema nervioso por la realización unificada de los movimientos, ejerce un efecto sumamente beneficioso sobre el conjunto del cuerpo, favoreciendo la capacidad de la atención y la calma, algo tremendamente útil para luego estar preparado en situaciones complicadas, como podría ser, el miedo a volar.
Su práctica garantiza progresivamente una mayor armonía con uno mismo y con el entorno, permitiendo remediar los desequilibrios de las condiciones en las que nosotros vivimos, producto de andar agitado y rígido, exterior e interiormente.
Foto | neilalderney123
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