Los seres humanos reaccionamos a lo que nos ocurre y, así, ante el hecho de empezar a experimentar fobia a volar, intentamos afrontar el problema, poniendo en práctica diversos remedios. Por desgracia, tales remedios suelen resultar contraproducentes, ya que, al no atacar directamente la raíz de la fobia, ese bucle de retro-alimentación entre la interpretación negativa y la ansiedad, no sólo no acaban con ella, sino que la mantienen e incluso la empeoran.
En este sentido, Paul Watzlawick, John H. Weakland y Richard Fisch escribieron que, en muchas ocasiones, la solución es el problema, es decir, que el problema puede surgir “como el mero resultado de un intento equivocado de cambiar una dificultad existente” (Watzlawick, P.; Weakland, J. H. & Fisch, R. (1974): Cambio. Formación y solución de los problemas humanos. Editorial Herder, Barcelona, 1995, pág. 56).
Lo peor que puede hacerse es, sin duda alguna, evitar volar, pero existen otros remedios que también son contraproducentes como negar el problema o quitarle importancia en la creencia de que se irá solo; realizar ciertas rutinas de acción o pensamiento para intentar controlar la ansiedad; beber alcohol o tomar algún tranquilizante por nuestra cuenta. Todos ellos, en lugar de ayudarnos a superar el miedo, lo que hacen es reforzarlo.
Por ello, lo primero que deberíamos hacer para tratar de superar nuestra fobia a volar es abandonar los remedios contraproducentes que habíamos adoptado, puesto que, de lo contrario, éstos entorpecerán e incluso llegarán a arruinar cualquier otra cosa que intentemos.
Imagen | andres.thor
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