La técnica de imaginación radical

20/12/2010

Existe un tipo de imagénes de las que asaltan a las personas que tienen miedo a volar que es realmente perturbadora: las imagénes de accidentes y catástrofes aéreas. Frente a ellas, las técnicas de control de la imaginación a menudo resultan ineficaces. Por eso, la forma de afrontarlas, cuando todo lo demás ha fallado, a la fuerza tiene que ser radical: se trata de imaginar repetidamente y con todo lujo de detalles, durante UNOS CUANTOS DÍAS ANTES de volar, la secuencia de un accidente aéreo, desde los primeros problemas del avión y el pánico de los pasajeros hasta la llegada de los bomberos y la retransmisión de la noticia por la televisión, pasando por el momento del impacto contra el suelo.

Cuantas más veces lo hagamos y más ricas, concretas y realistas sean las imágenes construidas, más efectiva será la técnica, cuyo objetivo no es otro que el de saturarnos de dichas imágenes hasta tal punto que, cuando llegue el momento de coger el avión, estemos tan cansados que nos pongamos a pensar en cualquier otra cosa antes que en accidentes o catástrofes aéreas. De ahí que únicamente debamos utilizar esta técnica «unos cuantos días antes» de volar, ya que, de lo contrario, no sólo no nos serviría de nada, sino que además nos provocaría muchísima ansiedad.

Un ejemplo de aplicación de esta técnica la encontramos en los antiguos guerreros de Japón, los samuráis, quienes, ante la perspectiva de entrar en combate en cualquier instante, se preparaban para darlo todo imaginando mil y una formas de morir. He aquí lo que puede leerse en el libro «Hagakure»:

El concepto de “hacer algo a muerte” ha de renovarse día a día. Calmando el espíritu y el cuerpo, uno de pensar todas las mañanas en el momento de su muerte, concentrándose en la sensación o el sentimiento que tendría si ésta le fuera acaecida por el desgarro de una flecha clavada, por la bala de un fusil, por la lanza o por el corte de un tachi, por una gran ola, por saltar dentro de las llamas de un incendio, por haber sido demolidos por rayos y relámpagos, por las sacudidas de un gran terremoto, por habernos lanzado a un precipicio de miles de [medida japonesa de longitud que equivale a unos 3 metros] de profundidad, por enfermedad o de manera súbita. Uno de morir todas las mañanas, sin descuidar de hacerlo ni un solo día. (Yamamoto Tsunemoto: Hagakure. En Hitoshi Oshima (ed.). La vía del samurái. Madrid: La esfera de los libros, 2007, p. 415)

Como se ha señalado, los samuráis imaginaban su muerte sencillamente porque su profesión era la de luchar, pero tal vez haya una enseñanza para nosotros escondida en esa práctica. En efecto, imaginar la muerte de uno mismo puede ser una manera de prepararse no ya para morir, como los sumaráis, sino para vivir, pero para vivir plenamente, esto es, sin miedo, asumiendo las contingencias de todo aquello que nos ocurra como retos a los que debemos enfrentarnos con coraje y valentía. Así pues, ese algo que, según la primera frase de la cita anterior, hay que hacer a muerte es, precisamente, vivir.

De todos modos, no tenemos por qué ponernos tan trascendentes: basta con aplicar esta técnica a aquello que nos provoca un miedo atroz para que éste desaparezca por simple cansancio.

Imagen | Okinawa Soba

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