Aunque existen varios medicamentos para el trastorno de ansiedad generalizada, aquí solo nos ocuparemos del tratamiento psicológico, que también ha demostrado ser muy efectivo para combatir el problema. En ese sentido, podemos emplear varias de las técnicas que hemos ido aprendiendo en esta sección, aunque, antes de nada, debemos cerciorarnos de que padecemos ansiedad generalizada, ya que de este modo nos centraremos en el trastorno principal, ahorrándonos muchas visitas al médico para tratar distintos síntomas físicos como fatigabilidad, insomnio o dolores de cabeza, que, en realidad no son más que consecuencias de aquél. Una vez hecho esto, ya podemos aplicar las técnicas aprendidas:
- La relajación, especialmente la relajación muscular progresiva, dado que uno de los síntomas más característicos del trastorno de ansiedad generalizada es la tensión muscular.
- El entrenamiento en manejo de la ansiedad, que se apoya en la relajación para dotarnos con la capacidad de reconocer las sensaciones típicas de ansiedad y así poder reaccionar rápidamente a ella.
- La identificación y sustitución de pensamientos automáticos negativos y, más concretamente, de dos de ellos, a saber: la tendencia a sobreestimar la probabilidad de ocurrencia de un evento negativo y la tendencia a esperar siempre lo peor de dicho evento.
Pero además de estas técnicas de carácter general, se han diseñado otras más específicas para trabajar el componente central del trastorno, que como sabemos es la preocupación constante y excesiva por todo. Tales técnicas son las siguientes:
- Saciación: elegir un momento del día y dedicar una media hora exclusivamente a preocuparse por cualquier cosa que se nos ocurra.
- Prevención de la conducta de preocuparse: intentar afrontar aquello que nos preocupa de la manera más directa posible, planteándolo como una especie de experimento para comprobar la veracidad de nuestras preocupaciones. Aquí podemos poner en práctica otras técnicas complementarias como la de darnos a nosotros mismos instrucciones de cómo actuar, la de autocontrol o la de solución de problemas.
- Exposición a la preocupación: identificar las principales áreas de preocupación, imaginar que todo sale mal y generar el mayor número de alternativas de lo que podría pasar.
- Cuestionamiento de la utilidad de la conducta de preocuparse: valorar si preocuparse tiene más ventajas que inconvenientes, tal y como suelen pensar las personas que padecen ansiedad generalizada, o si es más bien al contrario, empleando para ello la discusión racional o el diseño de experimentos empíricos.
- Distinguir entre tres tipos de preocupaciones e intervenir diferencialmente sobre cada uno de ellos: se trata de diferenciar entre a) preocupaciones relacionadas con problemas reales y modificables (como, por ejemplo, un conflicto interpersonal o un hábito desadaptativo o perjudicial propio), b) preocupaciones relacionadas con problemas reales e inmodificables (como, por ejemplo, la enfermedad crónica de un ser querido o la crisis económica) y c) preocupaciones relacionadas con acontecimientos improbables e inmodificables (como, por ejemplo, la posibilidad de caer enfermo o arruinarse), y actuar en consonancia, es decir, resolver el problema en el primer caso, aceptar la situación y concentrarnos en manejar nuestras emociones en el segundo y exponernos al objeto de nuestra preocupación (técnica de imaginación radical) en el tercero.
Así que dejemos de preocuparnos por nuestra ansiedad y hagamos algo para ponerle fin: después de todo, tener un trastorno de ansiedad generalizada es un problema real y modificable.
Imagen | esther**
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