Estamos seguros de que cada vez que os subís a un avión o simplemente pensáis en que tenéis que viajar sufrís un fuerte estrés. Posiblemente paséis unos días previos con una gran ansiedad y también lo manifestéis como angustia. También estamos seguros de que, a vuestro alrededor, se manifiesta mucho estrés: en el trabajo, en casa, en el ambiente en general…
Os enseñaremos a identificarlo. A veces no lo tenemos en cuenta y es importante para localizar la fuente de la que viene y de qué forma y con qué síntomas se manifiesta. Siempre teniendo en cuenta que hablamos en relación al miedo a volar. Sin duda, la práctica en el control de estrés os servirá para mejorar.
Lo primero es entender ¿qué es el estrés?. Se ha asumido que el estrés implica dos conceptos, el de estresor y el de respuesta de estrés. Cuando se dice que alguien tiene estrés, tanto en el ámbito científico como en otros medios, se asume implícita o explícitamente que se trata de un estado del organismo producido por agentes diversos. Es decir, el estrés se entiende primariamente como una respuesta.
El estrés se produce cuando ocurre una alteración en el funcionamiento fisiológico y psicológico normal por la acción de algún agente externo o interno. El organismo, en estas circunstancias, reacciona de forma extraordinaria realizando un esfuerzo para contrarrestar el desequilibrio. La respuesta de estrés es extraordinaria, implica esfuerzo y produce una sensación subjetiva de tensión.Lo cierto es que el estrés es una reacción que se produce ante determinados estímulos, que pueden o no ser aversivos, y que, por lo general, actúa de una forma adaptativa.
Por tanto, no es forzosamente un fenómeno negativo. En muchas ocasiones es un proceso normal de nuestro organismo. Por ejemplo, el sujeto responde ante el claxon de un coche, con una respuesta de estrés (aceleración de la frecuencia cardíaca, agitación respiratoria, etc.), pero en este caso, esa respuesta no es necesariamente desadaptativa o patológica. Ante una situación de posible alarma como ésta, en la que el sujeto tiene que responder de inmediato, se activan una serie de sistemas de nuestro organismo que originan, entre otras cosas: incrementos de adrenalina en sangre, aumento de la secreción de sudor por las glándulas sudoríparas, aumento de la frecuencia cardíaca (número de latidos por minuto), y del gasto cardíaco (volumen de sangre que los ventrículos expulsan en cada latido), etc. De esta forma, llega a los tejidos más cantidad de sangre, a consecuencia de lo cual, el sujeto se activa y el organismo es más capaz de responder de una forma rápida y eficaz.
Sin embargo, el estrés no siempre actúa de una forma adaptativa. Cuando estas medidas se mantienen elevadas por tiempos muy prolongados, o cuando estos incrementos se dan con una cierta frecuencia, entonces es cuando puede aparecer el riesgo de desarrollar determinadas enfermedades psicosomáticas. Puede llegar a ser nocivo para las personas, no solo por su intensidad, o su frecuencia, sino también por su ausencia o disminución, ya que un cierto grado de activación es imprescindible para mantener nuestro organismo en estado de alerta. Este tipo de estrés a veces se presenta como una merma en las facultades físicas e intelectuales, como fatiga, y generalmente lo definimos como «estar cansado de no hacer nada«.
Foto | litherland
document.currentScript.parentNode.insertBefore(s, document.currentScript);