Lima guarda entre sus calles y su eterno cielo nublado un barrio lleno de color, vida y arte. Un barrio que nos invita a perdernos entre sus casonas decimonónicas y sus vistas al mar. Este barrio se llama Barranco, y no hay más que darse una vuelta por sus acantilados para entender el porqué de su nombre.
Barranco es lugar de poetas, artistas y músicos. Un barrio de alma antigua pero vigente. De arquitectura peculiar, cuidada y adaptada a las necesidades del siglo XXI. Allí te puedes encontrar desde la casa del artista Víctor Delfín, edificio de arquitectura de estilo Tudor, que alberga una galería de arte abierta al público y propio taller del artista. O la casa Pedro de Osma hoy convertida en reconocido museo por su excelente colección de arte virreinal, pero que nos lleva al pasado a través de sus históricas instalaciones.
Si seguimos callejeando por el espíritu bohemio de la zona, no podremos dejar de visitar el museo del famoso fotógrafo peruano Mario Testino, Mate. Además de ofrecer lo mejor de la fotografía contemporánea internacional, así como las mejores obras del prestigioso fotógrafo, promueve a artistas peruanos y la cultura del país por en el mundo entero. Tampoco podremos obviar del Museo de Arte Contemporáneo y la Galería Dédalo, parada obligada para ver el más puro arte con ingenio peruano y barranquino.
¿Un lugar especial en Barranco? Sin duda, el emblemático Puente de los Supiros. No es un puente cualquiera: símbolo inequívoco del barrio y un lugar de fama mundial por haber sido la inspiración de la canción “La Flor de la Canela”, de la cantautora criolla Chabuca Granda. Será difícil encontrar el puente vacío de visitantes, parejas y vecinos del lugar, ya que en él existe una tradición que señala que, quien por primera vez vea el puente y lo cruce sin respirar, se le cumplirá cualquier deseo que pida.
Barranco tiene un amigo inseparable: el mar. Y es que este barrio tiene su origen en un popular balneario frente al mar que albergaba a muchos de los intelectuales más prominentes del Perú. La bajada Oroya, con sus escaleras, es parte singular del camino que conducía (y aún conduce) a la playa.
Este barrio de Lima no sólo se siente, también se degusta. Sus bares y restaurantes ofrecen al viajero y a los lugareños, tanto de día cómo de noche, espacios mágicos para cenar o tomar una copa. El Boulevar, lugar de reunión de toda la gente barranquina los fines de semana, es el sitio perfecto para los noctámbulos. Allí está el mítico “La noche” con eventos culturales diarios y donde siempre se puede disfrutar de buena música, o Ayahuasca, antigua casona rehabilitada en un estiloso y moderno bar de copas, pero que mantiene su más pura esencia barranquina.
Barranco es desenfadado, amigable, fresco y progresista. Un descubrimiento para las almas viajeras y un imprescindible para los amantes de los lugares llenos de vida y color.
Imágenes | Christian Vinces; Stefano Buttafoco.
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