Podemos pasar varios días sin comer, beber o dormir. Pero no sin respirar. Respirar es mucho más que llevar oxígeno a los pulmones y eliminar dióxido de carbono. La inhalación o inspiración, oxigena cada célula de nuestro cuerpo. La exhalación o expiración, ayuda al drenaje linfático y desintoxica al organismo. La respiración es nuestra primera fuente de energía: aumenta nuestra vitalidad física, psíquica y espiritual y nos ayuda a restablecer el equilibrio emocional.
El estrés produce una gran activación y desgaste del organismo. Una respiración adecuada nos ayuda a disminuir dicha activación, a recobrar el equilibrio y a manejar nuestras emociones. Cuando utilizamos la respiración como forma de relajación y sobre todo en casos de ansiedad es importante (como ya os comentamos varias veces) practicar, así no tendréis tanta dificultad para controlar la respiración en momentos difíciles de estrés, pánico y nerviosismo.
Para empezar necesitáis prepararos y tener en cuenta distintos factores que os ayuden a que la práctica sea adecuada.
Piensa que es un momento solo para ti, cuyos beneficios vas a compartir con los demás, te mereces un momento de tranquilidad, paz y bienestar, elige un lugar cómodo, tu postura debe ser relajada, pero si estás parado o sentado, mantén tu espalda recta, si puedes, controla la luz, pon música, prende una vela o incienso o simplemente imagina que estás en un lugar agradable, intenta llevar ropa cómoda no demasiado ajustada, procura que no haya interrupciones, si en cualquiera de los ejercicios notas una sensación de ahogo o mareo, respira normalmente, no te fuerces.
Comencemos por una respiración estando de pie.
Coloca una mano sobre el pecho y la otra sobre el estómago. Respira como lo haces normalmente. Observa el movimiento de tus manos. ¿Se mueve una sola? ¿Las dos?¿Cuál de ellas se mueve primero? Si la primera en moverse es la del pecho, estás respirando superficialmente. Es una respiración pectoral, que no limpia, oxigena, ni purifica adecuadamente. Si la mano que se mueve primero es la que tienes sobre el estómago, estas respirando adecuadamente. Es lo que se conoce como respiración diafragmática. Permite que el aire entre lentamente por la nariz. Haz una pequeña pausa y déjalo salir, aún más lentamente, también por la nariz. Con la práctica, este tipo de respiración se vuelve automática. Trata de que la exhalación dure el doble de tiempo que la inhalación. Es importante tomar en cuenta la postura. Cuando los hombros no están erguidos y rectos, se reduce el volumen de la caja torácica. Compruébalo constantemente, pero no te angusties ni te regañes por tus errores. En un principio puede ser un poco difícil. No olvides que estamos aprendiendo a relajarnos. Recuerda que la respiración profunda, relajante y estabilizadora, es diferente de la que llevamos a cabo después de haber hecho ejercicio intenso. En estos casos se respira primero con el pecho, para llevar una mayor cantidad de oxigeno rápidamente.
Foto | Pat Dalton…
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