Tener miedo a volar nos puede llegar a condicionar mucho nuestra planificación de vida. A veces queremos viajar por placer, otras para ver a algún familiar o incluso por trabajo. Pero por muy motivadora que sea la causa del viaje en avión, cuando hay un miedo profundo de base, este nos limita mucho. Bien es cierto que a veces el motivo de viaje es tan grande que, a pesar del miedo o la ansiedad que podemos experimentar, nos aventuramos a coger los billetes y emprender ese viaje. Sin embargo, una vez tomamos esa decisión, empezamos a poner en marcha una serie de recursos para intentar llevarlo de la mejor manera posible.
Hoy queremos decirte que alguna de esas cosas que estás haciendo para gestionar tus emociones ante un vuelo puede que te estén perjudicando. En este artículo te contamos seis cosas que si las haces, aunque a corto plazo creas que funcionan, en realidad no te ayudan nada a largo plazo.
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Engancharnos con nuestros pensamientos y debatir con ellos.
Puede que para intentar “gestionar” esa emoción haya una voz interior que no para de decirte que no tiene sentido que te pongas así, que cada minuto están saliendo vuelos y no pasa nada, que es el medio de transporte más seguro…. y una infinidad de pensamientos racionales que al final, a la emoción no le sirven de mucho ya que tenemos otra “vocecita” hablándonos desde el miedo, la anticipación y el catastrofismo. Entrar en lucha con estas dos partes, engancharnos en ese juego del bueno y el malo, la que tiene razón y la que no, la racional o la emocional… Solo va a hacer que cada vez nuestra inseguridad esté más presente e incluso que nos sintamos cada vez más frustrados por no poder apagar esa voz interna tan negativa.
Cuando identifiques que has entrado en este juego, es importante que salgas de ahí. Permite que esas dos partes estén presentes en tu cabeza, entendiendo que una parte de ti tiene mucho miedo y por eso te dice esos mensajes tan desagradables, pero recuerda que tú no eres tus pensamientos. Déjalos que fluyan sin que te definan; diferénciate de eso que sucede en tu cabeza e intenta centrarte en el momento presente.
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Distraernos para “no pensar”
Otro mecanismo que solemos llevar a cabo es el de hacer cosas para “no pensar”. Esto no solo no funciona, si no que hará que no sepas relacionarte contigo mismo. Haciendo esto no aprendemos a tolerar nuestras sensaciones desagradables que son necesarias para darnos información sobre el mundo que nos rodea y va a llegar un momento que cuando tengamos algo de malestar emocional, necesitaremos “distraernos” y evadirnos de nosotros mismos porque no sabremos manejar ni gestionar nuestras emociones.
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Malos hábitos como forma de gestionar nuestros problemas
Cuando estamos nerviosos, el cuerpo nos pide ciertas conductas compulsivas para conectar con otras sensaciones distintas a las del malestar. Es muy común que, si por ejemplo, somos fumadores, “necesitemos” un cigarro para relajarnos, o que en ese momento se nos abra el estómago y aparezca el hambre emocional pidiéndonos comida, e incluso también pueden aparecer otro tipo de conductas compulsivas.
Atendiendo estas necesidades inmediatas e impulsivas del cuerpo, lo único que conseguiremos es tapar una emoción con algo externo y ajeno a nosotros. Esto hará que a la larga siempre necesitemos de algo externo para poder regularnos y, por ende, generemos dependencias. Por eso te proponemos trabajar en tu propia regulación interna, poniendo en marcha recursos propios y no externos.
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Controlar nuestro cuerpo, emociones y todo nuestro alrededor.
El control, como bien dijimos en el artículo: El control, un compañero de viaje traicionero, puede ser uno de nuestros mayores enemigos. Cuando tratamos de tener todo bajo control, se nos olvida que hay cosas en el mundo que no dependen de nosotros. Además, acostumbramos al cuerpo a gestionar todas las dificultades desde el control, y cuando nos exponemos a un avión por ejemplo, percibimos que no está todo en nuestras manos y por lo tanto podemos entrar en crisis, teniendo así respuestas caóticas ante este estresor.
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Buscar a toda costa el botón de OFF
Los sentimientos o emociones, en ocasiones, se perciben como algo peligroso, incómodo, desagradable e imposible de poder sostener. “No puedo soportar esto”, “necesito escapar o salir de esto”. Hemos aprendido a que cuando sentimos alguna sensación desagradable en nuestro cuerpo, tenemos que hacerla desaparecer como sea y cuanto antes, y de esta manera no aprenderemos a tolerar el malestar que nos está generando y, por lo tanto, no logramos gestionar nuestras emociones.
Gestionar no significa no sentir, sino aprender a sentir. Abre tu margen de tolerancia hacia las emociones y a todas tus sensaciones.
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No haber trabajado el miedo previamente
Nos subimos a un avión sin haber atendido a nuestro miedo, es decir, sin haber trabajado nuestra gestión emocional de manera previa. Frente a momentos de crisis, el cuerpo reacciona como buenamente puede desde lo emocional. Esto sería bueno poder trabajarlo para que en la crisis podamos poner en marcha recursos conscientes y útiles que nos ayuden a disminuir nuestra activación fisiológica.
Todo lo mencionado anteriormente puede que sea funcional y por lo tanto útil a corto plazo, ya que todas estas estrategias van a dirigidas a desconectarnos de nosotros mismos. Pero a largo plazo perderán con toda seguridad su utilidad.
Autor: Crea Sentido Psicología