Trastorno de pánico

03/05/2019

Los ataques de pánico suelen ser desencadenados básicamente por una situación (como ocurre en las fobias específicas) o un tipo de situaciones (como en la fobia social) a la/s que tenemos mucho miedo. Sin embargo, cabe la posibilidad de que experimentemos un ataque de pánico sin saber por qué, es decir, sin que seamos capaces de atribuirlo a alguna causa evidente.

En estos casos, la alteración que sentimos puede hacer que empecemos a temer no a una situación o un tipo de situaciones en concreto, sino a los propios síntomas del ataque de pánico, sobre todo si al primer ataque le han seguido otros. Es lo que se llama trastorno de pánico, definido por el «Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales” de la Asociación Americana de Psiquiatría como:

ataques de pánico inesperados y recurrentes que, en al menos una ocasión, han sido acompañados durante 1 mes como mínimo de inquietud persistente ante la perspectiva de padecer más ataques, preocupación por las implicaciones de éstos o sus consecuencias o cambio significativo en el comportamiento en relación con los ataques.

Ahora bien, para entender bien este trastorno, hay que tener en cuenta que el hecho de que no sepamos cuál es la causa del primer ataque de pánico no significa que no carezca de ella, ya que éste siempre está determinado por algo. La tensión emocional, altos niveles de ansiedad o incluso la activación inapropiada a las circunstancias pueden ser suficientes para provocarlo. Pero como estos factores resultan difíciles de detectar en medio de las prisas y ocupaciones de la vida cotidiana, lo más normal es que lleguemos a la conclusión de que el ataque puede darse en cualquier momento, cosa que desde luego nos parecerá aterradora, especialmente si creemos que los síntomas del ataque de pánico son peligrosos o dañinos.

Veámoslo con un ejemplo: una persona tiene que acudir a una importante cita y se ha retrasado debido a una conjunción de desafortunados incidentes; ante la posibilidad de llegar tarde, esa persona acelera el paso y, cuando ya queda poco, acaba echando a correr; los nervios y la carrera final le han alterado considerablemente, pero él, que solo piensa en su obligación, confunde su activación con ansiedad y empieza a ponerse cada vez más nervioso hasta el punto de arruinar su cita; como consecuencia de esta desagradable experiencia, ahora presta mucha atención a su cuerpo y, ante el más leve cambio, se dispara su ansiedad, de modo que al poco tiempo vuelve a sufrir otro ataque de pánico; de seguir así, esa persona adquirirá miedo a experimentar los síntomas del ataque de pánico, puesto que cualquier sensación extraña o incluso el pensamiento de volver a tener un ataque, bastarán para provocarlo.

Por tanto, para hacer frente a este trastorno susceptible de complicar mucho una fobia a volar preexistente, resulta fundamental comprender que el ataque de pánico siempre obedece a alguna causa y que, si eliminamos el pensamiento de que puede darse en cualquier momento, el trastorno perderá aquello que le da sentido y terminará por desaparecer.

Imagen | gaf.arq

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