¿Por qué no debemos temer a las turbulencias?

05/08/2024

Todos los que nos hemos subido a un avión hemos vivido algún episodio más o menos intenso de turbulencias. Siete de cada diez personas que tienen miedo a volar las temen. Sin embargo, debería tranquilizar a todo el mundo saber que las turbulencias no entrañan riesgos. Vamos a conocer un poco mejor en qué consisten las turbulencias, por qué no son peligrosas y estrategias para tranquilizarnos.

¿Qué son exactamente?

Desde la percepción del viajero, las turbulencias son esos cambios en la manera de volar del avión; son como pequeños saltos en el aire. Por compararlos con otro medio de transporte, se parecen a los baches que podemos encontrar en una carretera mientras conducimos, o con un barco cuando hay un poco de marejada: se mueven, cambian su actitud, pero continúan su camino sin problemas.

Las turbulencias se deben a cambios en la dirección del viento. Ni más ni menos. Y esos cambios se notan en la altitud del avión, que puede cambiar, o su actitud (se puede balancear ligera o moderadamente).

Las causan determinados fenómenos atmosféricos (las nubes, las ondas de montaña, una borrasca, una tormenta o las corrientes en chorro o jetstreams, de las que ya hablamos en el post sobre el efecto Coriolis) o físicos (la cercanía a otra nave,  normalmente de mayor peso que la nuestra). Esos movimientos bruscos pueden impresionar un poco, pero son absolutamente normales y los pilotos están acostumbradísimos a lidiar con ellos. Por eso, si estás entre la población a la que le asustan las turbulencias, quizá te haya sorprendido que la tripulación esté completamente tranquila cuando suceden.

¿Por qué no son peligrosas las turbulencias?

Porque son previsibles. Los pilotos saben de antemano cuándo se va a entrar en una zona de turbulencias; por eso encontramos avisos acústicos y luminosos para que nos abrochemos el cinturón. Normalmente, estas turbulencias cesan al cabo de pocos segundos o minutos.

Porque el diseño del avión está a prueba de las turbulencias más severas. Existen cuatro grados de turbulencias, de ligera a extrema (extraordinariamente rara), y las aeronaves están diseñadas de manera que ninguna pueda hacer mella en ellas. Organismos como la Administración Federal de Aviación exige a todas las aeronaves que puedan manejar incluso las turbulencias más raras y extremas. Es más, cuando comparábamos los baches con las turbulencias, en casos muy extremos un bache puede hacer reventar un neumático (aunque, de nuevo, no es lo habitual); sin embargo, una turbulencia no puede hacer nada en el avión.

Las turbulencias no son peligrosas porque en los casos más extremos hay alternativas en el vuelo. Repetimos: las turbulencias extremas son prácticamente inexistentes. Pero puede darse algún caso. Cuando suceden, el piloto dispone de varias alternativas: una de ellas es reducir la velocidad del avión y cambiar de altura. Otra, solicitar un ligero desvío de la ruta. El motivo: que los pasajeros se encuentren menos molestos. Porque las turbulencias solo son eso: una pequeña molestia.

¿Qué debemos hacer cuando nos encontremos con una turbulencia en nuestro vuelo?

Lo primero de todo, tranquilizarnos. Es fácil decirlo, lo sabemos. Pero es que a los mandos del avión hay un equipo altamente capacitado para manejar lo que para nosotros puede ser incómodo y que sin embargo para ellos es lo más común del mundo. Así que, simplemente, debemos pensar que va a ser un pequeño rato de malestar que pasará pronto.

Permanece sentado/a y atiende a las indicaciones de la tripulación. El motivo por el que se nos pide que no nos levantemos y nos abrochemos el cinturón es que uno de esos movimientos bruscos nos haga golpearnos con algo. Evidentemente no nos va a pasar nada grave, pero la seguridad a bordo es prioridad absoluta.

Evita el consumo de café y alcohol. Tanto el café como las bebidas alcohólicas van a aumentar nuestro estado de excitación. Cuando hay una turbulencia, si tendemos a estar nerviosos/as, este tipo de sustancias van a potenciar ese nerviosismo. ¿Lo ideal? Agua, para mantener un buen nivel de hidratación, y bebidas sin cafeína.

Lleva contigo distractores. Música, libros, pasatiempos… Cualquier cosa que te relaje o te predisponga a pensar en otra cosa es una buena idea para pasarlo lo menos mal posible a lo largo de una turbulencia. Si viajas con alguien que va más tranquilo/a que tú, pídele que te dé conversación durante esos segundos.

Conversa con algún miembro de la tripulación. Si sientes que la ansiedad te atrapa, charlar con algún asistente de vuelo te va a tranquilizar. Como te decíamos anteriormente, el simple hecho de verlos actuar con normalidad cuando hay una turbulencia ya es una buena pista para saber que no hay motivo para pensar que estás en peligro. Pero unas palabras de alguno de ellos/as pueden ser de gran ayuda.

Pero si tu miedo a las turbulencias te bloquea…

Lo mejor es acudir a un especialista antes de volar. ¡Es una verdadera pena que no disfrutes de tu experiencia de vuelo si las turbulencias te lo impiden! Existen numerosos tipos de terapias, pero algunos gabinetes de psicología cuentan con simuladores de vuelo muy realistas: en ellos experimentas las mismas sensaciones que volando, por lo que se trata de una terapia muy eficaz.

 

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